domingo, 3 de abril de 2011

La corrupción es corporal

Es este aspecto eternamente cambiante de la vida 
lo que la hace tan hermosa
Freud a Marie Bonaparte


Abordaré la corrupción a partir de un aserto: sólo hacemos la experiencia de la corrupción corporal. Nacemos y ya nuestro cuerpo es corrupto. Sara Glasman trató este tema desde otra vertiente en la revista Conjetural. Seguiremos  horizontes cercanos a los que ella abrió.

Freud escribió Lo perecedero /La transitoriedad (1916-1915); son los títulos con los cuales fue editado en castellano. Se trata de un texto breve de Freud, quizás, a causa de su brevedad ha sido poco estudiado, como si lo breve fuera motivo de su calificación de perecedero, redoblado por el lugar para el cual fue escrito. El texto ofrece un desmentido al Yo de Sigmund Freud, ese Yo que se pretendía aislado y rechazado por su entorno cultural, no universal sino aquel de la ciudad donde vivía. El texto rinde homenaje a los intelectuales de la lengua alemana. Los editores consideraron que Freud, su Yo, era parte de esa comunidad intelectual. 

Freud introduce un cuaternario: Freud, un amigo taciturno, un joven poeta ya famoso y un objeto. Al joven poeta le toca hablar mientras pasea por el bosque.  Se trata de pasar de un lado a otro. Freud despliega una ficción mientras pasea por el bosque del Otro. El Otro son los pensamientos, los sueños, los lapsus, los errores, los síntomas que nos habitan. Dice el joven:

El poeta admiraba la hermosura de la naturaleza que nos circundaba, pero sin regocijarse con ella. Lo preocupaba la idea de que toda esa belleza estaba destinada a desaparecer, que en el invierno moriría, como toda belleza humana y todo lo hermoso y lo noble que los hombres crearon o podrían crear. Todo eso que de lo contrario habría amado y admirado le parecía carente de valor por la transitoriedad a que estaba condenado.

El texto escribe el acto de algo transitorio, perecedero a su condición de objeto causal. Así, la causa de no apreciar lo bello suele  ser la corrupción de un objeto llamado belleza. Ese pasaje  se realiza bajo una forma no visible.

Contamos con dos traducciones de su título Vergänglichkeit, una dice perecedero y otra dice transitoriedad, entonces, hablaremos de su articulación, donde aparece la corrupción del cuerpo en tránsito hacia la muerte.

¿Cuál es el estatuto del objeto como resto? Es un objeto sin concepto, al menos, sin concepto compartido  en la vida cultural, por ejemplo, los objetos del consumo. Los objetos del consumo están delante de nosotros, están a la vista y suscitan la visión, no así la mirada.

El texto  es parte de un homenaje a El país de Goethe, escrito durante el segundo año de la primera guerra mundial y meses después del texto Duelo y melancolía. Hay un tema circular entre un texto y otro. La corrupción de los cuerpos en las trincheras que no afecta al Yo de Freud sino su lenguaje inconsciente: tiene un ser querido en el frente de batalla: un hijo.

El texto comienza con la siguiente escena:

Hace algún tiempo me paseaba yo por una florida campiña estival, en compañía de un amigo taciturno y de un joven pero ya célebre poeta que admiraba la belleza de la naturaleza circundante, mas sin poder solazarse con ella, pues le preocupaba la idea de que todo ese esplendor estaba condenado a perecer, de que ya en el invierno venidero habría desaparecido, como toda belleza humana y como todo lo bello y noble que el hombre haya creado y pudiera crear.
Freud  antes de comenzar su redacción le escribía a Ferenczi:

Lo que me preocupa dolorosamente es saber que Ernest [su hijo] está en peligro. El 24/10 recibimos la información de que había estado sometido a intensos bombardeos y que fue el único en la batería que quedo con vida…Por casualidad  no se encontraba allí en ese instante… ¡Si pudiéramos estar seguros de que la suerte es una constante en el hombre!...Así me encuentro sacudido por los acontecimientos frente a los que mi ánimo a resistido hasta el presente, me siento en total dependencia de lo que ocurra (31/X/1915)

En noviembre, vuelve sobre esa inquietud:

¿Cree que podamos confiar en la repetición regular de semejantes casualidades? (9/XI/1915)

En otra carta de ese mes manifiesta:

No creo que la paz esté cerca. El próximo año, por el contrario, irán en aumento la amargura y la crueldad (15/XI/1915)

En la tercera carta de ese mes, al mismo corresponsal, escribe:

No he superado mi humor sombrío, tengo bastante que hacer, lo hago sin placer y escribo al mismo tiempo los cursos que doy…pero la larga duración de la guerra lo aplasta a uno (23/XI/1915)

En el escenario expuesto pregunta ¿Cómo arreglárselas con el saber de la experiencia vivida ante la vida? En ciertas circunstancias la corrupción se convierte en permanente, el “sujeto” queda advertido y quizás, por eso, de otra forma vive, se entristece, teme, quiere, sufre ante tal o cual pérdida o ausencia.

Freud reconoce su ocupación por ese acontecimiento: Sabemos que de esa caducidad de lo bello y perfecto pueden derivarse dos diversas mociones del alma. 

Subrayo: el alma fue invento griego para dar cuenta del enigma de la muerte en la vida humana. En el arte encontramos algo bello que va más allá del tiempo: desde la Venus de Milo pasando por la Acrópolis de Atenas, la exposición de un cuadro de Magritte hasta una película de Megalópolis cuya actualidad es permanente. Cuál es el elemento sesgado, de costado, que toma Freud:

Pero le discutí al poeta pesimista que la transitoriedad de lo bello conllevara su desvalorización. ¡Al contrario, un aumento del valor! El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo. La restricción en la posibilidad del goce lo torna más apreciable. Declaré incomprensible que la idea de la transitoriedad de lo bello hubiera de empañarnos su regocijo. En lo que atañe a la hermosura de la naturaleza, tras cada destrucción por el invierno ella vuelve al año siguiente, y ese retorno puede definirse como eterno en proporción al lapso que dura nuestra vida.  

Freud subraya un tema: el valor de lo bello ¿cuál valor?: el valor como un plus agregado al goce, un plus de gozar que es del orden de lo no visible. Freud con cierta agudeza da una metáfora del erotismo elaborada a partir de una experiencia vivida por él: Sí hay una flor que se abre una única noche, no por eso su florescencia nos parece menos esplendida. 

Se coloca el plus de goce donde ya no es visible y por ende nos permite dejar abierta la pregunta por el valor  de la satisfacción tanto en una obra de arte como en un acto sexual. Ese acto que transita de lo perecedero a lo corrupto. ¿De qué naturaleza es esa satisfacción? Freud va a escribir una frase que merece detenerse en ella:

Y en cuanto a que la belleza y la perfección de la obra de arte y del logro intelectual hubieran de desvalorizarse por su limitación temporal, tampoco podía yo comprenderlo. Si acaso llegara un tiempo en que las imágenes y las estatuas que hoy admiramos se destruyeran, o en que nos sucediera un género humano que ya no comprendiese más las obras de nuestros artistas y pensadores, o aun una época geológica en que todo lo vivo cesase sobre la Tierra el valor de todo eso bello y perfecto estaría determinado únicamente por su significación para nuestra vida sensitiva; no hace falta que la sobreviva y es, por tanto, independiente de la duración absoluta.  

Si luego de nosotros nos sucediera  un género humano que no comprendiese esas obras de arte ¿tendrán ellas alguna posibilidad para permanecer? y por otro lado, es pertinente señalar que esos valores son significativos para nuestra sensibilidad por el solo hecho de que esa sensibilidad está construida por esos objetos del arte, objetos que están ausentes. En efecto, no se trata de una duración absoluta, esa distancia con lo absoluto formula un interrogante frente a la permanencia temporal de la causa en la vida subjetiva.

Freud se da cuenta que pese a sus argumentos el amigo taciturno y el joven poeta no mueven un ápice sus posturas. Aquí el analista localiza que la ausencia de impacto de sus intervenciones no está tanto en el tema de las mismas, sino en tomar nota de  estar frente a posiciones subjetivas del ser ante la vida: ambos están tomados por trazos del duelo ante la pérdida de un elemento querido. El entendimiento está bloqueado a causa de un afecto que enturbia la posibilidad de discernir:

Tiene que haber sido la revuelta anímica contra el duelo la que debe haberles malogrado el goce de lo bello. La representación de que eso bello era transitorio dio a ambos, tan sensibles, una sensación anticipada/ un pregusto / de la aflicción contra el duelo por algo perdido, y, puesto que el alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, sintieron menoscabado su goce de lo bello por la idea de su índole transitoria/ perecedera.

Alberto Sladogna, psicoanalista, 


un miembro de la École lacanianne de Psychanalyse (elp)