lunes, 30 de agosto de 2010

Edición impresa No. 3. Septiembre 2010

Portada y págs. de la 2 a la 4

Holmes, Lacan, Dr. House, Freud, Morelli: Las huellas no visibles

A fines del siglo XIX, surge el saber del indicio. Esta razón práctica recoge el saber intuitivo de las mujeres, de los poetas y de los artesanos; su práctica requiere de un corpus teórico universal, es un saber de cuerpo practico (Cfr. Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios, 1989) Es un saber ni racional, ni irracional, él ofrece un horizonte para salir de dualidad racionalidad vs irracionalidad. La racionalidad cartesiana se ofrece para dar cuenta de que si algo ocurre, eso depende de una causa determinada; mientras que la irracionalidad ubica las causas en un referente: Los Dioses, la naturaleza, Dios, El Rey, el Pueblo. Los discípulos de Descartes como los partidarios de la Teología se adjudican poseer la única razón válida.

El nudo espiritual del psicoanálisis proviene de ese paradigma, es heredero y se inscribe en la obra del Giovanni Morelli como lo reconoció Freud (Cfr. El Moisés de Miguel Ángel, 1914). Morelli establecía la originalidad de una pintura allí donde el referente –el autor- se desvanece, por ejemplo, en los trazos singulares de una forma de la oreja o de la nariz o de los rizos de una cabellera; gracias a esos indicios no visibles establecía la autoría. Los trazos no conscientes de la pintura revelaban la autoría. Morelli demostraba por elementos subjetivos la presencia del estilo. En ese sentido convendría leer el juicio desatado contra José Luis Cuevas por haber invalidado unas obras que se le dieron para reconocerlas. Allí donde el autor opaca con su nombre y prestigio, Morelli localizaba la autenticidad de la obra en el trazo que la distinguía de otras. Un trazo que se caracteriza por ser igual y distinto en cada realización.

Morelli coincidía con un escritor, Conan Doyle, quien inventó al detective Sherlock Holmes, quien por pequeños indicios no visibles daba con el criminal en cada una de sus novelas. Sí, el sabueso no ladra era porque… (Cfr.: El sabueso de los Baskerville).

Freud, en los años de 1921 va a escribir su Psicología de las masas y análisis del Yo: En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo.

Así se encuentra con el estudio de Ginzburg: nuestros pequeños gestos inconscientes revelan nuestro carácter más que cualquier actitud, cuidadosamente preparada. Aquello que no controlamos revela nuestra intimidad, incluso esa porción que rechazamos como ajena.

Freud dice de la obra de Morelli: Un médico italiano de apellido Morelli. Falleció en 1891 siendo senador del Reino de Italia. Creo que su procedimiento está muy emparentado con la técnica del psicoanálisis...este suele colegir lo secreto desde unos rasgos menospreciados o no advertidos (Op.cit., 1914).

Las obras del psicoanálisis operan con el paradigma del indicio, así ellas dan cuenta de las crisis que afectan a la sociedad. José María Pérez Gay escribió: La obra de Sigmund Freud no puede, sin embargo, disociarse de su vida, ni ésta de Austria y de su tiempo. Es la expresión de un hombre sumido en las contradicciones de la época, sus ilusiones y desencantos, sus duelos y esperanzas (El imperio perdido, 1991)

La obra de José María Pérez Gay se organiza a partir de la obra de cinco de los grandes escritores del siglo XX, es decir, de la modernidad generada por Kant y Freud: Hermann Broch, Robert Musil, Karl Kraus, Joseph Roth y Elías Canetti. Su tesis principal es que la literatura es la zona más acogedora de la existencia ante la devastación de la barbarie civilizada.

¿En qué horizonte se encuentran Morelli, Conan Doyle, Freud, Jacques Lacan y el Dr. House?: para uno se trata del síntoma como revelador de un carácter no visible, de una imagen no asumida, de un componente real rechazado (Freud, Lacan); para Doyle y el Dr. House se trata del indicio que permite conocer al criminal y para Morelli, los signos pictóricos que muestran un estilo. Convengamos que en el psicoanálisis se encuentran esos elementos articulados en los elementos de cada cura.

¿Cuál es el trazo compartido por esos elementos? Lo que caracteriza a este saber es la capacidad de remontarse de datos experimentales aparentemente omisibles a una realidad compleja no directamente experimentable
A partir de un error de habla, de un lapsus, de acto fallido, de la forma de plegar una carta- una letra- se da cuenta de los componentes complejos de una realidad que nos constituye. Recordemos al Lic. Fox al decir “Jorge Luis Borgues”. El desecho de un error del habla muestra una estructura encubierta: la madera de la cual está hecho el Lic. Fox.

Ginzburg da un detalle del paradigma: [En] este paradigma indiciario se entrevé el gesto tal vez más antiguo de la historia intelectual: el del cazador agazapado en el fango escruta las huellas de la presa. Por aquí pasó algo o alguien.

El gesto genera una pregunta, convoca a una respuesta que permite al cazador vivir. El rastreo de las huellas es el horizonte para fabricar nuevas respuestas a los interrogantes de la vida, y así nos mantienen vivos pues estamos expectantes. La lectura de las huellas de un sueño, de un lapsus, de un error, de una angustia, de una inhibición o de un síntoma son caminos para localizar un objeto no visible, causa de nuestros deseos.

El paradigma del indicio da una pista: él al igual que el cazador lee lo no visible, no lo interpreta. Es la misma operación que en nuestra vida pone en juego la inefable experiencia de que un amor hiera nuestro cuerpo. Pequeño detalle, en la mitología, el amor es la figura de un cazador: Cupido con su arco y las flechas.

Alberto Sladogna

Contrafirma ¿productor o transmisor de cultura?

A invitación expresa de mi amigo, director de este concepto, acepto participar de manera continua bajo una única e innegociable condición, realizar una crítica desde dentro, desde el corazón mismo de Contrafirma. Más allá de un rechazo de su parte, lo que haría mi condición finalmente negociable, me encontré una postura de autocrítica que, a través de múltiples e interesantes pláticas, va definiendo mi posición de Ombusman no oficial.
Realizar una crítica a la producción cultural es una tarea difícil, es la serpiente mordiéndose la cola, tarde o temprano nos llega esa crítica, si es que alguna vez pudimos distanciarnos de ella. Una crítica suscrita en el canal que se analiza nos coloca en una posición indeterminada, en un limbo muy particular, como si estuviésemos dentro de una botella de Klein, ¿se puede estar dentro? Contrafirma intenta inscribirse en la crítica discursiva. A través de ingeniosos textos y malabares gráficos juega a la clandestinidad desde lo institucional. Proyectos como éste ¿reflejan nuestra sociedad y nuestros valores, o los determinan? Se intenta crear conciencia social a través de los mismos valores de consumo cultural que se crítica, este texto que usted lee, es prueba de ello. El estilo gráfico de Contrafirma, el papel sin teñir, no el blanco del papel bond tradicional que refleja la sociedad hiperconsumista, sino el color crema, simulando tintas en sepia y los papeles no procesados con cloro de principios de siglo, o envejecidos con el tiempo ¿coloca a Contrafirma al margen del consumismo o lo intenta superar? Nosotros los diseñadores gráficos, somos, como bien opinaba Bourdieu, intermediarios culturales, mediamos con los deseos de la sociedad y creamos productos para cumplir esas expectativas. Los diseñadores somos productores y consumidores de cultura, actividad que pocas disciplinas realizan de manera tan obvia, y Contrafirma cimenta esta idea. Los gustos de los integrantes de una sociedad, ya sea en ropa o en decoración, están mediados, por ejemplo, por las revistas que consumimos, ellas nos dictan qué poner y qué quitar de nuestra mesa de centro. Las prácticas culturales, como la producción literaria, no están fuera de este juego, lo interesante es identificar qué intentos son en realidad una producción cultural real y cuáles sólo están dentro de una estela. El uso de la tipografía y las imágenes tratando de enredarse en el significado del texto a manera del báculo de Esculápio le confieren a Contrafirma ese aire naif que identifica a tantas revistas de divulgación científica y cultural. Los diseñadores estamos acostumbrados a poner orden en el caos, ese es nuestro trabajo, imágenes limpias, textos legibles, retículas prácticas, todo pensado para armonizar en el espacio bidimensional. En ésto, Contrafirma es muy bueno, al menos 3 ediciones, contando ésta, lo avalan. Sin embargo, esta crítica no es sólo desde la práctica del diseño gráfico, lo es desde la Teoría Cultural, colocando a Contrafirma como un producto de consumo, a la manera de la sopa Campbell pintada por Warholl, donde la calidad artística queda muy por debajo de la crítica social realizada al colocar en un lienzo algo tan banal y norteamericanamente emblemático como una lata. Si pensamos este espacio cultural como un mero producto pop, podemos visualizarlo como un lugar de resistencia a la clase dominante, la hegemonía se intentará, entonces, deshacer desde éste lugar y no otro. Es importante tratar de comprender lo anterior: el ciclo de deseo, consumo y desilusión no debería intentar ser anulado por Contrafirma, su misma inscripción en la cultura pop imposibilita ello. Contrafirma está armado cuidadosamente, a la manera como la fruta fresca en algunos supermercados la hacen “más fresca” los mercadólogos y diseñadores gráficos al envolverla en plástico y pegarle una llamativa etiqueta resaltando su extrema calidad: ¿no es suficiente la envoltura-cáscara de la fruta misma? Contrafirma, al más puro estilo de los genitales de los pornstar o la fruta descrita, pertenece a la hiperrealidad, la realidad mediada, impecable, como Disneylandia o los perfumes con aroma a “hombre de verdad”. Contrafirma representa el simulacro de la resistencia, la ilusión y nostalgia de un pasado menos corrupto y comercializado. Eso sí, es un simulacro por el que vale la pena apostar. Yo lo hago.

Oscar Contreras

La vigencia del psicoanálisis

En más de una ocasión he escuchado a psicólogos y estudiantes de psicología preguntar por la vigencia del psicoanálisis, “¿qué acaso no tiene ya 100 años?”, se preguntan. Para ellos la respuesta está en la misma que se plantean, pues califican al psicoanálisis de viejo. A propósito de la lamentable muerte de José Saramago, él decía que en esta sociedad la ciencia nos ha castigado con una longevidad que nunca antes había alcanzado la humanidad, pues no se quiere a los viejos ya que no sabemos qué hacer con ellos.
El psicoanálisis no necesita que lo defiendan ante la pregunta que inicia esta disertación. La clínica psicoanalítica, y el conjunto de teorías que la sostiene, permanecen vivos a partir de sus efectos. Los sujetos que entran a consulta salen otros, setransforman, viven un “antes” y un “después”, aún mejor, un “desde que”.
El psicoanálisis trabaja con la palabra del sujeto sufriente que hace una demanda de cura. Esa palabra es la promesa de vida de la clínica psicoanalítica, aquella que la medicina se ha negado a escuchar. Larga vida al psicoanálisis que escucha las palabras del doliente para así hacer tratamiento desde el alma.
Freud nos enseña que el cuerpo y el alma son uno y lo mismo: aquel sufriente que cruza el umbral de la puerta de nuestra consulta padece del cuerpo y, por lo tanto, del alma. Mientras la ciencia aborda el cuerpo preocupándose por los procesos mórbidos padecidos por el organismo, así como de aquellos microorganismos que provocan enfermedades, el psicoanálisis asume los nexos entre lo corporal y lo anímico, nexos cuya existencia es innegable. La ciencia no cesa de intentar (intento por demás destinado al fracaso) estudiar el cerebro, así como el sistema nervioso en su conjunto, con el fin de encontrar ahí las respuestas a nuestro padecer. Es el psicoanálisis quien, por otro lado, no cesa de señalar que el sufrimiento no proviene sino de la influencia perturbadora de la vida anímica sobre el cuerpo.
La medicina, ante la dificultad de curar los síntomas histéricos, envía al doliente de nuevo a casa, padeciendo éste la imposibilidad de una cura. La psicología envía al doliente al médico, pues considera que el cuerpo no es de su menester. El psicoanálisis, sin embargo, se hace cargo del discurso que el paciente elabora respecto a su síntoma, respecto a tal o cual parte del cuerpo en el que su historia tiene que ver. El psicoanálisis, en consecuencia, hace caso del cuerpo doliente.
Para ser un tanto foucaultianos digamos que el psicoanálisis se trata de una búsqueda, de una práctica, de una experiencia por la cual el sujeto opera sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad: estamos ya en el carácter espiritual del psicoanálisis.
Emprender un análisis, ir a análisis es tener cuidado de sí, es la prueba fehaciente del cuidado que se tiene del ser mismo de uno.
Para concluir traeré a estas líneas lo que nadie puede decir mejor que Jean Allouch: Demandar un análisis, comprometerse con él, llevarlo a su término, es haber percibido, por la gracia del síntoma, que era calamitosa la manera en que, hasta ese momento, uno cuidaba de sí.

Daniela Hernández

Quien al pobre da a Dios le presta

No está en discusión la existencia de Dios en este texto, mucho menos si su palabra es la verdad o no. Muchas de las cosas que nos sostienen en la vida para poder circular es del orden de lo imaginario y lo simbólico, el real se entre mezcla, pero no nos percatamos claramente de él porque está velado.

Lo verdaderamente importante es la relación que el sujeto sostiene con Dios, ya que la subjetividad y la identidad están en juego en esta relación, como en muchas otras, me refiero a la relación entre semejantes, también con los objetos, con el trabajo, con los quehaceres cotidianos. La subjetividad y la identidad tienen componentes imaginarios y simbólicos –por así decirlo- que otorgan a nuestra persona la esencia de nuestro ser. Dios es una figura importante en la sociedad, y la guía espiritual para muchos que así lo creen. Dios es una necesidad del hombre, como lo es el trabajo, como lo es el amor, a lo que apunto es, sea lo que fuera, los sujetos pueden decidir qué incluir en su vida y en otros casos son impuestas. Dios es una necesidad, Dios es en parte la esperanza, es la protección a la desesperanza, la cobija ante la soledad, como lo puede ser el confort y el dinero para otros.

Quien al pobre da a Dios le presta, esta frase pone en juego esa relación del sujeto que la toma con Dios, y se puede interpretar de muchas manera según la percepción de cada quien y la lleva al escenario de su vida gustosamente o trágicamente según como lo viva. a lo que me refiero es que la relaciòn con Dios es particular aunque los mandamiento y la palabra sea igual para todos. Es decir depende del sujeto no de Dios como vida su fe y la espiritualidad. Yo podría decir que Dios es misericordioso porque absorbe la deuda del pobre, y no sólo eso sino que también da en sobreabundancia a quien dió. Pero también podemos hacer otra lectura, Dios paga la deuda del pobre al sujeto que dió y le da en sobremanera, para que el sujeto quede en deuda con Él, no Dios con el sujeto, es decir, si Dios no te devuelve eso que diste, entonces Dios estarÍa en deuda. Es importante reflexionar la posición que tenemos ante las diversas situaciones que nos presenta la vida, si aceptamos las diferencias y la forma de vida de cada quien podemos de alguna manera iniciar un camino para asumir nuestra responsabilidad y así la consecuencia de nuestros actos y de nuestras creencias.

Miriam Fuentes

Homofobia:violencia y autodesconocimiento

El 17 de mayo de 2005, promovido por Louis-Georges Tin, se celebró por vez primera la “Jornada mundial de lucha contra la homofobia”; 15 años exactos desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidiera suprimir la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Aún así hoy día, la actitud generalizada de los adultos ante la salida del closet de sus hijos suele oscilar entre el escándalo, la frustración, el enojo y la visita al psicólogo. Claro, hay quienes además o en vez de, van con el pastor, el cura, el psiquiatra o el exorcista. El recibimiento dado en estos ámbitos al sujeto, la más de las veces suele responder a la moral cultural heteronormada en la cual vivimos.
Resulta pasmoso saber frecuentemente de casos en los cuales varones jóvenes son remitidos por el psicólogo al laboratorio químico para realizarles perfiles hormonales de testosterona, y bochornosas exploraciones médicas a fin de descartar organogénesis ante la abierta aceptación de sus gustos eróticos. Que algún médico poco informado proceda de éste modo es comprensible, pero que un psicólogo responda con criterio tan obtuso ante una manifestación particular de la sexualidad humana, habla del poco profesionalismo de algunos clínicos, por un lado, y del constante y ciego intento por identificar “salud mental” con normalidad estadística. Lo normal es aquello que más se repite, y lo bueno depende de los valores propios de la moral en turno que califica a tal o cuál comportamiento humano como aprobado o rechazado.
¿Por qué la elección de una persona del mismo sexo como objeto amado sigue generando escándalo y rechazo, y peor aún, cuál es la base de esa actitud tan terrible y destructiva llamada homofobia?
Si damos por sentado que los gustos homosexuales son patológicos, malos y condenables per se, si nos tragamos el anzuelo de la supuesta naturalidad genética del amor heterosexual y, si guiados por una autocomplaciente bondad, tratamos irreflexivamente de conducir al prójimo hacia “el camino del bien”, estaremos ensanchando la brecha entre los buenos y los malos, estaremos violentándonos.
Esto sin duda en detrimento de nuestras vidas y nuestra libertad. ¿Acaso el odio y el amor no son caras de la misma moneda, el bien y el mal no son dos nombres para una misma pulsión humana?
Freud estudia de cerca en tres ensayos para una teoría sexual el desarrollo del placer y la emergencia de la sexualidad en los niños; para la primera década del siglo XIX, estas investigaciones despertaron el odio furioso de muchos sectores de la sociedad pues mostraban que el recién nacido era capaz de experimentar sensaciones placenteras de índole sexual, las cuales iban focalizándose en diversas partes del cuerpo durante el crecimiento: la boca, el ano, los genitales. También halló la bisexualidad en la base de la sexualidad. Sólo a través de la educación y la cultura, el niño o la niña se inclinan más hacia un sexo o el otro. Así mismo sabemos que los seres humanos albergamos dos inclinaciones de la misma intensidad y con igual presencia: la pulsión de vida y la de muerte (Thánatos, destrucción). Thánatos nos incita a realizar actos de alto riesgo los cuales proporcionan enorme cantidad de placer o goce pero acarrean consecuencias mortíferas. En este sentido, la agresividad es entendida como una violencia dirigida hacia otro quien está ubicado para nosotros en un lugar que nos debería pertenecer: odiamos a quienes más se nos parecen. A este fenómeno se le denomina identificación: sin darnos cuenta vemos atributos nuestros en el vecino y a la vez rechazamos en “los demás” nuestras inclinaciones intolerables, distintas al ideal que tengo de mí mismo.

La otra cara de la homosexualidad masculina es la súper valoración de la virilidad, al respecto menciona Tin: “El culto del poder físico y sexual inherente a la constitución de la identidad masculina, al menos como se concibe en nuestras sociedades, tiende a valorizar y por lo tanto a favorecer, las demostraciones de fuerza, por más brutales que sean, lo cual permite comprender la correlación totalmente sorprendente entre violencia y masculinidad”. La homofobia corresponde entonces a un rechazo violento de todos aquellos ajenos al ideal (imaginario) del hombre o mujer pretendidamente natural. Ello nutre el impulso dado por nuestras sociedades a la violencia como atributo de un supuesto hombre absolutamente masculino.
“(…) los vínculos de esta cultura de la identidad masculina y de la fuerza viril no se perciben a primera vista, pero sin embargo explican que a menudo los hombres más violentos sean al mismo tiempo los más homófonos y los más sexistas (denigración al genero femenino) y, por otro lado y al mismo tiempo, profesen una pasión completamente profunda y sincera por la mujer.”
La violencia ha impregnado de sangre nuestras ciudades y amenaza el mundo en el cual vivirán nuestros hijos. Considero importantísimo no condenarnos a la destrucción cerrando los ojos ante la verdad propia que nos es ofrecida (inconcientemente) por aquellos a quienes consideramos diferentes. La religión propone ofrecer la otra mejilla, el conocimiento de sí invita a preguntarnos -quién soy, qué estoy haciendo con mi vida, qué parte de mí tiene ese otro a quien detesto, quizá injustamente.

Angel Pereyra

De lo humano a la carne

El erotismo está en la aprobación de la vida hasta en la muerte.
George Bataille (1897-1962). Escritor francés.

La noción del cuerpo fragmentado ha adquirido matices interesantes en la actualidad. Más allá de una metáfora, el cuerpo particionado está presente en la cotidianeidad del México sangriento. El suplicio chino inspirador para Bataille o las historias de los exploradores acerca de la obtención del Tsantsa por parte de los indios Jíbaros están inscritos en el anecdotario, cuando imaginar el cuerpo humano (re)partido era inimaginable. Las prácticas actuales de vendettas del crimen organizado tienen como sello de su quehacer el reacomodo de lo humano a su nivel ínfimo, la carne. Actividad común para este intento de economía contemporánea, la búsqueda de territorios, de zonas de cruces, también arroja una búsqueda de nuevos tormentos, y con ello, nuevos mensajes. En la red se pueden encontrar imágenes de cuerpos convertidos a carne, platillos perversos, donde el ojo no es la golosina caníbal, a la manera de Bataille. La golosina está en el acto, en la desmembración. En los años 20´s, Historia del Ojo (Bataille, George, Historia del Ojo, Tusquets Editores, México, D.F. 2006) es parida con dolor y placer. Producto de una visión que corta el globo ocular como la navaja en Un perro andaluz, la imagen de lo humano trastocado empieza un recorrido perverso que penetra en los intersticios y que va a anudarse en los múltiples pliegues de lo erótico. Así, pues, ¿qué erótica se encuentra velada en la práctica actual de la fragmentación corpórea? Manos, cabezas, miembros despojados de su unidad, son puestos a circulación, primero por los mismos ejecutores, después por los medios de comunicación ¿Qué importa que pongan recuadros censuradores al cuerpo mutilado?, esos recuadros ayudan a mostrar lo que intentan ocultar, lo que quiere velar el recuadro queda más claro: algo de ahí no debe mostrarse y ahí, en el intento de velación, en ese espacio, se encuentra el debate.

¿Cuándo una imagen perversamente inspiradora se convirtió en monótona? Verdad es que la impronta de la mutilación orada a cada uno en su propia novela, pero ¿qué se espera cuando uno de nuestros conceptos más sólidos, la unidad corpórea, es puesto a prueba en el quehacer diario? La indiferencia al mirar, que nos habla de un nuevo lazo social, no coincide con el incremento de la práctica mutilatoria. Existe en ese acto
un gusto primitivo que se disfraza de mensaje político, pero reducirlo a ello es un error que hará virar la mira analítica. El desmembramiento, la decapitación, la mutilación, el ocupar los dedos cortados como metáfora de carné de identidad, habla de una posición atípica con respecto al cuerpo. Lo humano se reduce a lo puramente biológico, ya no son brazos, es carne, ya no son piernas, es carne, ya no es la cabeza, es carne, carne sin historia, sin lazos ni sujeciones, pero que da lugar a una curiosa actividad lúdica. Una erótica del martirio se despliega aquí, la cual como sociedad nos resulta indiferente: ni excitante ni repulsiva, sin opinión, sin voto. No nos lleva a producir, no nos lleva a increpar. Nos sienta en la butaca de un cine exhibiendo una película gore que tiene como condición de entrada el dejar afuera las pasiones. Aquellos humores que nos hacen tomar una posición están excluidos de la función. Ser espectadores indiferentes de esta erótica no posibilita, no abre brechas, no es creadora. Sin pasiones no creamos, sin creación no existe avance. Una sociedad inertis es una sociedad muerta.

Alejandro Ahumada

"N'oublie pas de vivre". En memoria de Pierre Hadot

Al finalizar el partido México-Argentina de la copa del mundo, decidí encaminar mis pasos hacia la exposición “El mundo invisible de René Magritte”. No pude escoger mejor momento, aquel domingo Bellas Artes estaba casi completamente vació y podía detenerme tanto como quisiera ante cada cuadro.
Me sorprendió profundamente descubrir detrás de la creación estética de Magritte una profunda reflexión sobre el lenguaje, sobre la incapacidad del pensamiento para representar objetivamente la realidad y la distancia así creada entre la humanidad y su entorno. Parte de su genialidad fue percatarse de las trampas de la razón humana, por lo cual no intenta “pintar la realidad” como creen hacerlo otros artistas, sino mostrarnos la brecha. Esto es particularmente evidente en el cuadro titulado El mundo invisible: una gran ventana se abre al océano, al horizonte, al mundo. Dentro de la habitación, una gran roca yace junto a la ventana, impávida ante el espectáculo de la existencia. El pensamiento es así, encerrado en la cárcel de sus razonamientos el ser humano no ve el mundo en tanto tal; sus criterios se lo hacen invisible, no le permiten sentirse parte de él.
El mundo invisible trae a mi mente la tragedia del Golfo de México: desde el 20 de abril de este año un estimado de 4 a 5 millones de litros diarios de petróleo se vierten en el mar sin control; 4 o 5 millones de litros de crudo intoxican irremediablemente a la vida marina, superficial y de aguas profundas. ¡4 o 5 millones de litros diarios! ¿Las reacciones humanas ante esto? Barack Obama dice que fincará responsabilidades y la compañía British Petroleum asegura que pagará por los daños. Ahora bien, ¿Cómo compensar a las algas, los delfines, los peces, las tortugas, las aves, el plancton, las babosas marinas, el coral, y demás seres muertos a causa del crudo? ¿Cuántos millones de dólares se requieren para “indemnizar” a la vida marina por haber hecho inviable su existencia en las aguas del Golfo? ¡La naturaleza no juega con nuestras reglas y no nos damos cuenta de ello! Como la impávida roca del cuadro de Magritte somos incapaces captar nuestro entorno, atrapados en la lógica capitalista, la cual solo mide pérdidas y ganancias económicas. No vemos el mundo, no nos percatamos de estar en él, somos parte del mundo y él es parte de nosotros; no experimentamos la existencia más allá de nuestra cotidianidad humanizada.
El filósofo Pierre Hadot (fallecido el pasado 25 de abril a los 87 años) escribió:
La condición humana es así. Para vivir, el hombre debe “humanizar” el mundo, es decir, transformarlo, tanto por medio de su actividad como de su percepción, en un conjunto de “cosas” útiles para la vida, en objetos de preocupación, de discusión, de ritos sociales y de valores convencionales. Así es su mundo. Y no ve el mundo en tanto que mundo. […]El obstáculo para la percepción del mundo no ha nacido en la modernidad, sino que está en el interior del mismo hombre. El hombre debe distanciarse del mundo en tanto que mundo para ser capaz de vivir su cotidianeidad, y debe distanciarse del mundo “cotidiano” para reencontrarse con el mundo en tanto que mundo. (El Sabio y el Mundo, 2003).
Nuestra existencia cotidiana está subordinada pasivamente al utilitarismo marcado por convenciones sociales y modelos económicos. Ante esto, a lo largo de la historia una rica tradición de ejercicios transformadores se ha propuesto poner a los seres humanos en camino hacia el encuentro con lo efímero, irrepetible y sorprendente de la existencia. Durante cerca de 60 años, Pierre Hadot se dedicó a estudiar estas prácticas y la forma como conducen al cultivo de una triple relación: con uno mismo, con los demás y con el mundo. Es significativo que en 2008, a sus 85 años y consciente de la cercanía de la muerte, titulara su último libro N'oublie pas de vivre, es decir, “no te olvides de vivir”; una antigua invitación filosófica aún pertinente en pleno siglo XXI.
El espantoso derrame de crudo en el Golfo de México (consecuencia del despilfarro de energía de las sociedades contemporáneas), la indiferencia de las masas ante el mismo, las absurdas promesas de “indemnización” de British Petroleum, el calentamiento global y sus devastadoras consecuencias, ¿no indican la urgencia de atender a ésta invitación de Pierre Hadot?
Pienso que muchas cosas consideradas por la sociedad de consumo como “inútiles” (creación artística, filosofía, psicoanálisis, jardinería, activismo social y todo aquello que transfigura nuestra locura ecocida) tienen en común el permitir realizar está antigua indicación. Luego entonces, “no te olvides de vivir”.

Moisés Hernández

El jardín de la señora Murakami

Mario Bellatin es un descubrimiento reciente para mí. Hace unos días leí su cuento llamado Biografía fantasma, en la revista Letras Libres de agosto del 2007 y de inmediato sentí que valía la pena su escritura, fue entonces cuando me tropecé con El jardín de la señora Murakami que me pareció genial. Es un libro culto y riguroso que nos transmite las costumbres orientales, las creencias y sentimientos de los personajes mostrándonos el contexto exacto donde la escena tiene lugar sin nombrar ningún país y ninguna ciudad en específico.

Quiero hacer unas reflexiones sobre éste, sin contarlo porque le quitaría el lector la oportunidad de degustarlo por sí mismo y al mismo tiempo no me atrevo a dejarlo pasar sin decir algo sobre él en relación a los efectos que causó en mí.

Habría muchas cosas que comentar pero solamente quiero hacer énfasis en su dimensión trágica. Pienso que es una obra trágica porque la señora Murakami es ajena al drama que como torbellino la arranca de la vida y al terminar el libro me queda la impresión de que la señora Murakami, no existe, tampoco su jardín.

El autor pone en claro que la existencia depende de cosas muy ajenas a ser engendrado y da una relevancia extraordinaria al mundo subjetivo en el que nuestros actos siempre tienen consecuencias estructurantes. La joven estudiante que vive apegada a las costumbres milenarias de la sociedad burguesa se siente tentada a cambiar, a lograr una posición intelectual y artística que la saque de ese mundo tan convencional, tan hecho. Sin embargo se cuida muy bien de conservar el estilo que le corresponde de acuerdo a su linaje. Vive muy bien, tiene una dama de compañía que le permite desentenderse de las actividades domésticas excepto el cuidado de su padre enfermo del que ella se encarga acuciosamente. Digamos que es una joven rebelde pero temerosa de Dios.

La señora Murakami no se explica por qué los hombres la dejan, pero no se lo pregunta tampoco, se deja llevar como si ella no tuviera que ver con el destino que la arrastra. En cada acto de su vida ella pareciera decir: las cosas son así.

Al encontrarse un día con el señor Murakami, se siente obligada a hacer una fuerte crítica a lo que él ancestralmente atesora, pero no advierte qué es lo que le atrae de ese personaje controvertido y extraño al que percibe que está ligada. Lejos de acercarse a él, que al conocerla queda fuertemente impresionado con su finura y su belleza, rechaza los regalos que éste le manda sin demostrarle que le fascinan y se une a los enemigos de Murakami entablando una encarnizada lucha contra lo que ama, sin darse cuenta.

La señora se empeña en hacer público que el señor Murakami no es de los suyos y se empeña en demostrarlo aun cuando algo muy fuerte se revuelve en sus entrañas, pues la atrae sobremanera.

Sin preguntarse nada, sin aclarar nada con él, ¡sin advertir lo que ella misma hace! sigue adelante y ¡es asombrosa su pretensión de que la ame sin advertir que las estocadas tienen consecuencias fatales!

Ella supone que él la sigue amando como antes de que ella se declarara su enemiga y lo humillará descalificando lo que para él era tan familiar y tan valioso. Pero el señor Murakami, que es un hombre inteligente y sensible, le quita a su amante enemiga, todo aquello que la hacía existir incluyéndolo a él, por supuesto.

En la novela la señora Murakami es una sombra, nos parece que ha existido cuando Bellatin cuenta su historia pero como ella no puede advertirlo permanece muerta en lo que pudiera haber sido su vida.

Bellatin nos muestra que la vida tiene un precio y si pretendemos ignorarlo habremos de pagar con nuestra propia existencia. Es la ley del talión lo que pone en juego su propia historia pero lo siniestro, lo verdaderamente trágico no es el monto del precio sino la ignorancia de la deuda.

Carmen Tinajero,