lunes, 30 de agosto de 2010

Contrafirma ¿productor o transmisor de cultura?

A invitación expresa de mi amigo, director de este concepto, acepto participar de manera continua bajo una única e innegociable condición, realizar una crítica desde dentro, desde el corazón mismo de Contrafirma. Más allá de un rechazo de su parte, lo que haría mi condición finalmente negociable, me encontré una postura de autocrítica que, a través de múltiples e interesantes pláticas, va definiendo mi posición de Ombusman no oficial.
Realizar una crítica a la producción cultural es una tarea difícil, es la serpiente mordiéndose la cola, tarde o temprano nos llega esa crítica, si es que alguna vez pudimos distanciarnos de ella. Una crítica suscrita en el canal que se analiza nos coloca en una posición indeterminada, en un limbo muy particular, como si estuviésemos dentro de una botella de Klein, ¿se puede estar dentro? Contrafirma intenta inscribirse en la crítica discursiva. A través de ingeniosos textos y malabares gráficos juega a la clandestinidad desde lo institucional. Proyectos como éste ¿reflejan nuestra sociedad y nuestros valores, o los determinan? Se intenta crear conciencia social a través de los mismos valores de consumo cultural que se crítica, este texto que usted lee, es prueba de ello. El estilo gráfico de Contrafirma, el papel sin teñir, no el blanco del papel bond tradicional que refleja la sociedad hiperconsumista, sino el color crema, simulando tintas en sepia y los papeles no procesados con cloro de principios de siglo, o envejecidos con el tiempo ¿coloca a Contrafirma al margen del consumismo o lo intenta superar? Nosotros los diseñadores gráficos, somos, como bien opinaba Bourdieu, intermediarios culturales, mediamos con los deseos de la sociedad y creamos productos para cumplir esas expectativas. Los diseñadores somos productores y consumidores de cultura, actividad que pocas disciplinas realizan de manera tan obvia, y Contrafirma cimenta esta idea. Los gustos de los integrantes de una sociedad, ya sea en ropa o en decoración, están mediados, por ejemplo, por las revistas que consumimos, ellas nos dictan qué poner y qué quitar de nuestra mesa de centro. Las prácticas culturales, como la producción literaria, no están fuera de este juego, lo interesante es identificar qué intentos son en realidad una producción cultural real y cuáles sólo están dentro de una estela. El uso de la tipografía y las imágenes tratando de enredarse en el significado del texto a manera del báculo de Esculápio le confieren a Contrafirma ese aire naif que identifica a tantas revistas de divulgación científica y cultural. Los diseñadores estamos acostumbrados a poner orden en el caos, ese es nuestro trabajo, imágenes limpias, textos legibles, retículas prácticas, todo pensado para armonizar en el espacio bidimensional. En ésto, Contrafirma es muy bueno, al menos 3 ediciones, contando ésta, lo avalan. Sin embargo, esta crítica no es sólo desde la práctica del diseño gráfico, lo es desde la Teoría Cultural, colocando a Contrafirma como un producto de consumo, a la manera de la sopa Campbell pintada por Warholl, donde la calidad artística queda muy por debajo de la crítica social realizada al colocar en un lienzo algo tan banal y norteamericanamente emblemático como una lata. Si pensamos este espacio cultural como un mero producto pop, podemos visualizarlo como un lugar de resistencia a la clase dominante, la hegemonía se intentará, entonces, deshacer desde éste lugar y no otro. Es importante tratar de comprender lo anterior: el ciclo de deseo, consumo y desilusión no debería intentar ser anulado por Contrafirma, su misma inscripción en la cultura pop imposibilita ello. Contrafirma está armado cuidadosamente, a la manera como la fruta fresca en algunos supermercados la hacen “más fresca” los mercadólogos y diseñadores gráficos al envolverla en plástico y pegarle una llamativa etiqueta resaltando su extrema calidad: ¿no es suficiente la envoltura-cáscara de la fruta misma? Contrafirma, al más puro estilo de los genitales de los pornstar o la fruta descrita, pertenece a la hiperrealidad, la realidad mediada, impecable, como Disneylandia o los perfumes con aroma a “hombre de verdad”. Contrafirma representa el simulacro de la resistencia, la ilusión y nostalgia de un pasado menos corrupto y comercializado. Eso sí, es un simulacro por el que vale la pena apostar. Yo lo hago.

Oscar Contreras

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