domingo, 27 de febrero de 2011

Edición impresa, Marzo. Consumismo.







Editorial: Consumismo

Nuestro tema mensual ha traído a Contrafirma® una grata pluralidad de sentidos. Nuestros colaboradores han plasmado, a propósito del “consumismo”, visos tan variados como sorprendentes: Capitalismo, mass media, mercantilismo, ecosofía, subjetividad.

Desde portada, Edwin Sánchez escribe sobre la transición fáctica del poder en nuestro mundo del Estado a la administración de los grupos empresariales, haciéndonos ver la influencia de las leyes del mercado en nuestra civilización. No muy lejos de ese tratamiento del tema, Miguel Escalante nos indica la triste realidad de los humanos quienes adquirimos mercancías no necesarias que llevan a sus poseedores a “tener sin vivir”, es decir, a intentar ilusoriamente escapar de los riesgos y sacrificios propios de la vida.

En el texto The dope show, se nos invita a un circunloquio a fin de captar la interpretación que el autor hace de su experiencia con cierta letra de rock and roll, y, al mismo tiempo, una crítica a los medios masivos de… ¿comunicación?

Un sentido paralelo al tema tratado en Contrafirma® nos lo presenta José Hernández al recordarnos el daño colateral ocasionado al medio ambiente por nuestra sociedad de consumo, así mismo, es tratado allí el grave peligro para la salud y para el planeta de los productos industrializados.
  
El consumismo, entonces, se nos ha revelado en esta edición como un fenómeno profundamente arraigado en el modo de vivir, de ser, contemporáneo. Las reglas sociales y las subjetividades han ido modificándose en función de un creciente y cada vez más voraz mercado mundial, con sus objetos que brillan prometiendo, ya no sólo la satisfacción de necesidades básicas sino, tal como escribe Alejandro Ahumada, nuevas necesidades creadas por los publicistas de las corporaciones quienes saben que sus marcas ya están impresas en la piel y en la psique de sus clientes. Por último, agradecemos las palabras de Oscar Contreras quien nos hace un llamado a la toma de postura intelectual para ejercer la crítica social y del Estado a fin de fortalecerlo. De ello derivamos en Contrafirma® que nuestra acción no consiste tanto en criticar como en analizar. Los textos elegidos para su publicación así como nuestra apuesta, van orientados primeramente, a mover la reflexión, intentan (el lector nos lo perdone) enseñar a  pensar.

Nuestra gratitud para todos los que han hecho posible un número más de Contrafirma®, feliz lectura.

(texto de portada)

Una nueva realidad se propaga por el mundo: el desmontaje de los parámetros normativos que definen y estructuran el Estado y sus instituciones. La legitimidad de quienes representan y ejercen funciones normativas decae en su función de autentificar la ley.  El derrumbe del autoritarismo y el abuso del poder arrastra en su retirada los referentes que permiten entender los límites y lo prohibido, lo posible y lo pensable. En lugar de estos referentes aparece una nueva cultura autoritaria: la del mercado y las mercancías.  El vacío normativo da pauta a un nuevo síntoma en la cultura, y la entrada a los gerentes que rigen sobre lo social. Donde antes gobernaba el Estado, hoy administran los grupos empresariales. Esta realidad nos conduce a reflexionar sobre el destino de las estructuras normativas de la sociedad. En el contexto del proyecto empresarial de civilización, las referencias de lo público y lo privado se diluyen, y las leyes del mercado avanzan, desregularizando la normatividad del vínculo social. La teoría de las relaciones humanas emanadas de la cultura empresarial, son cada vez más, las encargadas de administrar la realidad pública y social. Sin embargo los nuevos poderes de la civilización industrial no son mejores que los modelos anteriores impuestos de manera autoritaria. Además dejan de abordar temas cruciales de la condición humana, expuesta a las vicisitudes del inconsciente, lo social y la ley. Es el espacio donde Freud abrió un nuevo código para la interpretación de la cultura.

Edwin Sánchez, Psicoanalista y Catedrático

Consumir es vivir

Probablemente el título de esta reflexión haga felices a los visitantes asiduos de los pequeños y grandes almacenes, quienes piensan que tal actividad es parte de su vida. Nada  más ajeno a tal idea. La esencia de la vida, es decir de los seres vivos, es el consumo de energía. Por medio de la combustión ocurrida en el metabolismo de los organismos aeróbicos la vida se consuma y se consume. Así, en el núcleo mismo de la actividad vital se encuentra el origen de su destrucción. La vida es la causa última de la muerte. El oxígeno es el que nos da vida… y nos oxida hasta morir.

No todo mundo entiende esta ecuación de la misma manera. Por lo menos no en el terreno de la vida cotidiana. En la búsqueda de sentido, que es inherente al ser humano, encuentran en el comercio la satisfacción de sus necesidades existenciales. Pero comprar no es consumir, no en el sentido de “gasto de energía” característico del acto de vivir. Comprar es intercambiar y -si la relación de fuerzas está de nuestro lado- acaparar.

Muchas de las compras que cualquier persona realiza están asociadas a la vida. Son, en más de un sentido, combustible para la ejecución de actividades. Tal es el caso de la comida, por citar el ejemplo menos polémico.

Otras mercancías, sin embargo, tienen el propósito opuesto: acaparar. Quien las adquiere no tiene la intención de consumir energía (sinónimo de vivir) sino todo lo contrario. Apuestan por productos que nos permitirán vivir la vida fácilmente. Aparatos que nos quitarán la grasa excedente de nuestro cuerpo, moldear nuestras piernas y nalgas, desaparecer la celulitis. Sistemas que nos permiten aprender otra lengua mientras dormimos. Utensilios de cocina con los que podremos elaborar platillos complicados en pocos minutos. Hornos. Planchas. Zapatos milagrosos. Programas de estudio para los que no se requiere más que inscribirse. Todo ello, por supuesto, sin consumir tiempo ni esfuerzo.

En suma, son mercancías que nos permiten “tener” sin “vivir”. Poseer sin esfuerzo, sin consecuencias, sin sacrificios, sin errores, sin riesgos. Será quizá por ello que luego de la compra y los primeros intentos para utilizarlos se van arrinconando, guardando, apilando, almacenando. Tal vez porque a fin de cuentas  resulta innegable que la vida está en otra parte.

Miguel Angel Escalante, Docente y Dr. en Linguística

Con su mismo, la cosa corporal en el amor

El que se pone de puntillas no se sostiene con firmeza
El que separa los pies no adelanta 
(Tao Te King)


Hablar del consumo es ocuparse de algo que persigue, que acosa el orden social del capitalismo. En ese orden social vivimos, en ese orden social se crea y llevan a cabo las vidas subjetivas de cada uno de sus habitantes. Eso que acosa, Lacan, lo llamó lacosa, para no abordarlo de manera general y universal recorremos algunos de sus pliegues.

Lacan se permitió definir el psicoanálisis como un autismo de a dos -analizante/analista-, allí el objeto que causa ese autismo algo enseña respecto del con su mismo objeto del espíritu. Tomemos un consumo que interesa a la práctica espiritual del psicoanálisis: el con su mismo ¿Con su mismo qué? Con su mismo objeto.

Un analizante perseguido por la sordera era invadido por las lágrimas cuando sus tímpanos vibraban ante ciertos sonidos ¿A qué se debía esa manifestación de ese plus de goce sonoro? ¿Cuál era su causa?  El analizante se expresa por medio del oído, se trata de su Dasein (da: ahí; sein: ser) así, con ese ser ahí llegará a describir la imagen del oído. Le dolía el oído, no le dolía la imagen o  las palabras desatadas por el dolor, quizás, gracias a lacosa no dejó de localizar el dolor producido por el oído. Su oreja latía ante los sonidos o quedaba herida al vibrarle el tímpano. Puede decirse que vivía la pregunta y la respuesta con el cuerpo. 

¿Cuál es lacosa del oído? Se trata de con su mismo objeto causante. En una reunión sostenida en la ciudad de Zurich, Suiza, Lacan interviene ante su analizante Serge Leclaire: Cómete tu dasein, es la comida de Tiestes por excelencia. 

A la luz de lo anterior surge un interrogante ¿Cómo opera lacosa auditiva -sea el sonido, sea la música, sean los ruidos-en la suposición del saber de una transferencia?, así  proponemos interrogar el horizonte abierto en la experiencia analítica: el consumo de  los objetos producidos por los agujeros del cuerpo de cada analizante. Es decir, el plus de gozar surge a partir del con su mismo objeto. Hay una plusvalía, un plus de goce con el cual se logra, a veces, vivir o sobrevivir. Freud describió sin saberlo algo de esa experiencia en su obra: El hombre de los lobos.

Serguei Constantinovich Pankejeff  tenía su vida organizada alrededor de lo que describió con su única palabra franca, forma de la asociación libre, surgida de su garganta en ese análisis: nació con la cofia fetal (Glückshaube) puesta. Era un benandanti (bienaventurado)  nació envuelto por el amnios que recubre al feto dentro del útero (Cfr.: Carlo Ginzburg: Los benandanti, UD. De G, México, 1982). 

Serguei  salió de la noche oscura del vientre materno vestido con una envoltura. A los 18 años, una gonorrea atraviesa esa camisa y comienza a recorrer consultorios: del doctor Ziehen pasa al doctor Emil Kraepelin -diagnóstico de psicosis maniaco-depresiva-, un libro lo conduce a consultar a Freud: neurosis obsesiva, fobia infantil, presencia de alucinaciones, al “final”, episodios psicóticos. Lacan formuló, por último, un diagnóstico de esquizofrenia1 . Estamos ante un caso donde el analizante quedó cubierto por las envolturas de los diagnósticos -Kraepelin, Freud, Lacan,…- y  al mismo tiempo nadie pelaba la presencia de un objeto causante de su placer: la camisa fetal. Esa cobertura del objeto fue uno de los inconvenientes radicales que Serguei vivió y sufrió para dar a luz a un cambio en su vida. ¡Qué extraña casualidad, la caída de la cofia fetal y la emergencia de una vida se produjeron ante su primera y última experiencia de goce amoroso! Días después se encontraba con la muerte. 

A efectos de abordar los enigmas de lacosa, ese con su mismo objeto corporal en el psicoanálisis proponemos poner a prueba una hipótesis: Para Serguei la caída de la camisa fetal instala los límites del cuerpo en análisis y despliega las consecuencias del estado de neotenia humano. Esa camisa está construida con un elemento del cuerpo, un elemento que no es simbólico, que se escapa al imaginario y que hace presente el real del con su mismo objeto. Hoy la cofia fetal es un objeto de consumo, de con su mismo del objeto. Se abre así el horizonte para interrogar esa enigmática propuesta de Lacan: el psicoanálisis como práctica del autismo de a dos, subrayo: un auto que circula entre dos, ese autismo no remite al aislamiento, por el contrario, ese autismo sostiene una práctica compartida del analizante con el analista. 

El autismo de a dos, su práctica evoca los ejercicios del psicoanalista andrajoso como era Diógenes, uno de los iniciadores del ejercicio cínico respecto del cuidado de sí junto con otros.  Esa práctica del con su mismo objeto no es ajena al cuidado de sí, cuidado del objeto que nos causa la posibilidad de vivir. La neotenia -la camisa fetal es uno de sus signos- es un estado de larva. Plauto, Plinio y Séneca articulan la larva como un espectro, una sombra, un fantasma; Corominas articula el término “larva” con la familia de la fantasía, distinguiendo así la fantasía del fantasma.

Esa cosa corporal fue un horizonte para los estudios del espejo. Jacques Lacan acusó recibo de la camisa de la imagen sostenida por él con su mismo objeto, lo hizo en su práctica como analista y en sus enseñanzas. Lacan llegó a entreverlo, se trata de lacosa estrujada, no del todo parlanchina ni agotada por el imaginario. El con su mismo objeto sostiene la imagen especular, mientras que esa imagen permite localizar algunos fragmentos de ese objeto. Se trata de lacosa que llevamos pegada a la suela de nuestros zapatos.  La suela del zapato suele ser la encargada de provocar yerros, equivocaciones, deslices. 

Freud y Lacan identificaron el resquebrajamiento progresivo de la estructura del Edipo e intuyeron una dificultad. En el politeísmo, el cuerpo ocupaba un lugar distinto al que le daba el monoteísmo (fuera cristiano, judío o musulmán). Woody Allen recalco que el monoteísmo era un resumen de energías, una menor dispersión. En estos tiempos de la muerte de Dios y de la ausencia de garantía de UN Padre ¿Cuáles serán los efectos en la posición de lacosa? ¿Cuál será hoy, para cada quien, la vía probable para condescender al cuidado de sí por la vía del plus de goce de un amor? Si, de un amor, al menos, en el psicoanálisis, cuyo nombre es amistad; esa amistad genera un lazo espiritual que ofrece un borde al con su mismo objeto del lado del analizante y del lado del analista, ambos comparten los riesgos, a pesar de ser afectados de forma impar.


1Lacan junto a ese diagnóstico  era muy claro al describir las envolturas de esa camisa para que: “puedan ver manifestarse todas las variedades de ese interior en el exterior, de ese externo en el cual flota el feto, él mismo envuelto en su amnios, envuelta la propia cavidad amniótica en una hoja ectodérmica y presentando hacia el exterior su cara en continuidad con el endoblasto” (23/01/1963). Lacan teniendo a su alcance estos elementos,  de manera semejante a Freud, en esa ocasión, dejo de lado lo que enseñaba la experiencia de “El hombre de los lobos”.



Alberto Sladogna, psicoanalista, un miembro de la École lacanianne de Psychanalyse (elp)

Costos ocultos

Hace algunos meses un compañero de trabajo llegó a la oficina con una hicotea y dijo -Dame doscientos, te la vendo, la encontré en la orilla de la carretera. No faltó quien gustoso pagara por aquel animalito. Buen negocio, sin inversión ganó, gracias a la vida que él no sembró, un dinero sin esfuerzo. ¿Y si todos aquellos que capturan tortugas, no devuelven nada a la naturaleza, habrá hicoteas para nuestros hijos? Ese asunto me hizo pensar en el hecho simple de comprar cualquier cosa sin reflexionar, ni un poquito, el daño colateral que las empresas hicieron para fabricar el producto que ahora alegremente consumimos y, luego, cuando no sirve más desechamos. ¿pensamos acaso a dónde van las miles de botellitas del agua que a diario compramos (pues nos han hecho creer que eso es mejor que filtrarla y purificar en casa)? Cuando se calculan los costos de producir un objeto, por ejemplo las bolsas de plástico que “regalan” en el supermercado, se consideran, para fijar su precio, la materia prima, la mano de obra, el transporte y se añade un extra que suele llamarse utilidad y ¡voila! Ya está la bolsita, pero, ¿Cuánto costará limpiar el aire que contaminan las refinerías que preparan el poliuretano, cuanto las especies marinas asfixiadas con dichas bolsas cuando llegan desechadas, vía los ríos, al océano, cuánto el Co2 emitido a la atmósfera por los tráileres encargados de transportarlas a todo el país, cuánto limpiar el terreno infértil donde reposan cientos de años  esperando comenzar a degradarse  poco a poco? ¿cuánto, cuánto, cuánto? De niño, mi abuela solía llevarme al mercado y, recuerdo, metía las mercancías en un morral de manta gruesa que le compró a su vecina y éste, día con día, volvía a ser empleado sin problema.

Ese costo “oculto”, es decir, la destrucción del entorno, sencillamente no lo pagan las empresas productoras, lo pagamos todos al vivir en un ambiente cada vez más inhóspito. Al igual que con la hicotea de marras, el valor monetario es inconmensurable respecto al objeto de consumo, es decir, el dinero dado a cambio de un producto no es idéntico a todos los elementos en juego porque, hay que decirlo, el aire, el agua, la tierra no pueden ser tasados en dinero. Y por qué: Porque nos pertenecen a todos (¿sí?) pero hay algunos que acaparan más que los demás.

Otra: El unicel en México no es reciclable, su costo de mercado es bajísimo pues no se cobra un impuesto especial por producirlo (lo que sí ocurre en Alemania con las empresas depredadoras del medio ambiente), su degradación comienza a los 500 años y, si usted decide meterlo al microondas, libera dioxinas, sustancias directamente relacionadas con la aparición de cáncer (sopas estilo marucha, etc.). Además, este poliestireno en espuma al quemarse libera gases de ácido cianhídrico (emparentado con el cianuro) venenosos; ni que decir que en su producción se libera a la atmósfera clorofluorocarbono, gas destructor de la capa de ozono. Es ignominioso que consumamos un producto tan nocivo para todos.

Por favor, reflexione sobre si los productos que consume, a la larga, no nos cuestan más caros  a nosotros y a nuestros hijos. Infórmese sobre los efectos del consumo desmedido sobre la vida humana, le recomiendo al final del escrito dos sitios web para comenzar. Actúe responsablemente, compre sólo aquellos objetos que pueden impactar mínimamente nuestra vida en la tierra. Ciertamente los humanos solemos comportarnos como virus, terminamos matando (¿por placer?) al huésped que infectamos: ¿eso puede cambiar?

http://www.youtube.com/watch?v=MKsPc2Y63xk
http://www.ecosofia.org.mx

José Hernández, Aprendiz de brujo

The dope show

A propósito del consumismo, tema propuesto por Contrafirma para éste mes, retomo una canción vieja de Marilyn Manson, The dope show, grabada como parte de su polémico álbum Mechanical Animals de 1998. Me interesa lo complicado de hacer pasar de una lengua a otra el sentido se ciertas cosas. Las traducciones literales que hallé de la canción me parecieron obtusas e incomprensibles, opté por ello en renunciar parcialmente a la literalidad y emplear un método de traducción comentada a fin de mostrar mi interpretación de la letra. El contexto es el de un artista desengañado, Omega, alter-ego de Marilyn Manson, quien advierte a los jóvenes aspirantes a “famosos” sobre los peligros del medio y la superficialidad del espectáculo. 

The drugs they say/Make us feel so hollow/We love in vain/Narcissistic and so shallow

“Las drogas, dicen, nos hacen sentir muy vacíos, amamos en vano, narcicistica y muy superficialmente”.

The cops and queers/To swim you have to swallow

“Los policías y los maricas: para nadar es preciso tragar”, pero ¿tragar qué? Cuando alguien comienza a aprender a nadar, necesariamente traga agua, el verso alude con ello a la necesaria prostitución del aspirante a famoso. Quien desee escalar debe aguantar lo que sea, (¿incluso tragar mierda?).

Hate today/No love for tomorrow

Odia hoy y no esperes amor en ninguna de las relaciones que establezcas por conveniencia en el futuro.

We're all stars now in the dope show

Este estribillo es clave en cuanto a captar el sentido peculiar de la canción completa. Su traducción literal, aunque equívoca sería: “Ahora somos estrellas en el espectáculo de las drogas”. Sin embargo, al traducir literalmente, traicionamos el sentido. Dope ciertamente significa droga o narcótico, pero también significa tonto, bobo, mentecato (fool, dopey, idiot). La línea juega con dos connotaciones de la palabra dope indicando con ello el carácter estúpidizante, idiotizante de la parafernalia propagandística que implica llevar a un músico (en este caso) a la fama: revistas, televisión, mass media, etc. Así, the dope show es el espectáculo de los tontos que están embobados (como drogados) viendo la tele o los espectáculos. El sentido se cierra con la referencia a todos: we´re all stars, tanto quienes los hacen como quienes los consumimos. 

There's lots of pretty, pretty ones/Who want to get you high

“Hay muchas caras bonitas, muchas, que quieren llevarte alto”

But all the pretty, pretty Ones/Will leave you low/And blow your mind
“Pero todas estas caras bonitas, todas, te dejarán por los suelos y reventarán tu mente”.

They love you when you're on all the covers/When you're not then they love another 

“Te aman cuando estás en todas las portadas, cuando no, aman a otro”.

The drugs they say/Are made in California

“Dicen que las drogas estás hechas en California”. Obvia alusión a Hollywood, distrito de Los Ángeles y capital estadounidense del cine y los espectáculos. En este verso, Manson vincula abiertamente al mundo de los espectáculos con el efecto de las drogas sobre la mente.

We love your face/We'd really like to sell you

“Nos encanta tu cara, realmente nos gustaría venderte”. Ironía de por medio. 

The cops and queers/Make good-looking models

El término queer resulta problemático de traducir. En el contexto de la canción, alude a una singular estética de los cuerpos que difumina las identidades sexuales y relaciona autoridad (policías) con comportamiento gay. El video de la canción the dope show es ilustrativo en ello, muestra policías varones con uniformes color rosa, contorsionándose en un baile sensual y besándose entre sí. Por otro lado, queer señala todo un movimiento social hermanado a la idea de que el género no está determinado por el sexo anatómico, mas bien, el género es una construcción cultural que asocia actitudes e identidades a los cuerpos, por tanto, de acuerdo a la teoría queer, no se nace hombre o mujer sino se llega a ello después de un largo proceso de “adaptación”. Sobre teoría queer se pueden consultar los valiosos trabajos de Leo Bersani y Judith Butler. Manson señala con este verso la proliferación de personajes gays y lesbianas en el mundo de la televisión. Si bien, antes de los años 80´s la palabra queer poseía un uso despectivo (extraño, raro, marica, homosexual), en adelante alude a un grupo de personas y comportamientos que cuestionan la noción de normalidad sexual: “Policías y queers hacen muy guapos modelos”.

I hate today/Who will I wake up with tomorrow?

“Odio hoy, ¿con quién despertaré mañana?” Indica la prostitución necesaria de quien aspira a la fama y al sentimiento concomitante frente a quienes tienen el poder de introducirlo al medio.

Se repiten las estrofas y el estribillo.

En 1930, Freud escribe en El malestar en la cultura: “Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla, no podemos pasarnos sin calmantes (“no se puede prescindir de muletas”, nos ha dicho Theodor Fontane). Los hay quizá de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ella. Alguno cualquiera de estos remedios nos es indispensable”. ¿A cuál de estas especies pertenece el show de los tontos?

Angel Pereyra, Mto. en filosofía


Más brillante, más rápido, siempre mejor


Refrescos, zapatos, cigarros, camisas, cereales, computadoras, lapiceros, teléfonos celulares, televisores, autos,  refrigeradores, perfumes, películas, libros y una interminable lista de objetos son colocados ante mis ojos con la única finalidad de ser adquiridos. Cada vez más, más brillantes, más grandes o más pequeños, más rápidos, más llamativos, por pretextos no paramos. La mercadotecnia se encarga de identificar las tendencias y las procesa para darle la forma de unos bonitos aretes. “Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del consumismo”, se oye decir. El miedo de antaño por las ideas revolucionarias de izquierda son vistas con ternura ante la aplastante realidad que el mercado de consumo hace con cada uno de nosotros. Comunismo y consumismo, una pequeña variante nos arroja a caminos diametralmente opuestos. Apenas se derrumban las fronteras en la Europa del este, las grandes marcas comerciales penetran y se instalan en las calles, casas y en las personas mismas, creando la sensación de bienestar, colocándolos en la zona de confort que ilusoriamente despliega el capitalismo. No se trata de criticar el sistema, pero sí sus excesos, la tendencia a comercializar todo, a crear productos desechables para su reposición inmediata, se trata de realizar un crítica a los sistemas políticos que en aras de la producción de capital, fomentan leyes que expanden el imperio de consumo sin notar como poco a poco las pociones generales se van acotando. Un amigo me decía ¿Qué tipo de sociedad necesita 200 modelos de celulares?, ¿porqué los necesitaría? La sociedad se ha dejado seducir por lo novedoso, la forma está por encima del fondo, la sustancia aplasta a la esencia, antes de que nos demos cuenta qué estamos consumiendo, ese producto se agotó, orillándonos a la compra compulsiva de su equivalente iniciando el ciclo, sin tener tiempo de cuestionarnos, de detenernos un momento en qué es lo que hacemos al hacerlo. El consumismo impera, y su imperio es despótico, no permite cuestionamientos, no nos da oportunidad, y al hacerlo nos presenta un nuevo producto que acalla nuestra voz, siempre más rápido, siempre mejor.


Enrique Vázquez, Sociólogo

Las marcas en el cuerpo


De la necesidad a la absurda necesidad, la función original de las prendas es una sombra ante el abanico de posibilidades que el mercado ofrece. El calor ofrecido lo és más dependiendo de la marca adquirida, y es que el valor de cambio es más fuerte que el valor de uso, para qué sirve se supedita a lo que pueda transmitir. La marca, desde la acepción mercadológica, tomada como el activo más importante para una empresa, eso intangible que se solidifica en el objeto vulgar de consumo (uno no compra unos tenis Nike o una hamburguesa de McDonald´s, uno compra un concepto de salud/ejercicio y una experiencia gastronómica), pasa a ser la huella tatuada en la carne que la reclama en el sistema capitalista, la marca se introduce en los intersticios corporales asumiéndola como parte de sí. Logrado lo anterior, el cuerpo se postra ante el triunfo del capital y sus mecanismos de seducción. La sociedad de hiperconsumo toma de los productos las premisas culturales que generarán sus ideas axiológicas básicas. Son los publicistas modernos los generadores de las ideas en cuanto a salud, higiene, diversión y sexo, por citar algunas, dejando a los filósofos un paso atrás (cfr. Dominique Quessada, La era del siervoseñor). Desde las oficinas de Nike, se diseña lo que para la sociedad debe ser el concepto de deporte en los nuevos modelos a lanzar. Relajados ante la disminución de la plantilla trabajadora y el consiguiente desgaste burocrático, al maquilar desde alguna zona franca, los dueños de Nike se concentran no en producir ropa deportiva, eso es secundario, se esfuerzan en fortalecer la marca, representado en ese símbolo a manera de paloma que ostenta casi la totalidad del precio del producto. Que el símbolo/logotipo esté rodeado de plástico, piel, agujetas o tela, es sólo circunstancial. Los grandes relatos derrumbados ante la salida del modernismo, son de manera inquieta y fragmentada sustituidos por los pequeños relatos publicitarios. Así, conceptos como hombría eran facilmente encontrados en la marca Marlboro. Lo que aparecía en las pantallas (antes de las modernas regulaciones sanitarias) no era un hombre, era Él hombre: caucásico, soltero, de edad media, amante de su espacio y formado de manera recia en las montañas. El concepto que desarma Beatriz Preciado en Pornotopía (edit. Anagrama, 2010) acerca del hombre playboy no se aleja mucho de lo dicho: uno campirano y otro citadino, pero los dos machos alpha en sus respectivos territorios de caza.

La marca queda marcada en la carne, en el cuerpo desmembrado en el que se ha convertido el hombre posmoderno deseoso de que lo identifiquen, sometan, deseoso de que lo marquen. El exceso de libertad consecuencia de un superavit ideológico de la contemporaneidad mostrado en la diversidad sexual y representado por el movimiento Queer, como ejemplo paradigmático, es descaradamente utilizado por el poscapitalismo para convertir al ciudadano en mero consumidor y a su cuerpo en portador de productos para él confeccionados. Si nos atenemos de la tesis de Lipovetsky (cfr. La felicidad paradójica y La era del vacio), la intensión del sistema capitalista de la posguerra no es el mismo al que nos hemos enfrentado a partir de los 80´s. Vender artículos de consumo para pertenecer a un grupo social cede el paso a vender artículos para acceder a estadios personales donde la entrada está denegada si no vertemos unas gotas de Chanel en nuestro cuerpo y vestimos Ralph Lauren. El nexo entre viaje y placer estaba claro desde un principio con el concepto de la sobrecargo (notemos que el término anterior aeromoza [moza aérea] no buscaba ocultar la servidumbre sexual entre el viajero, generalmente masculino, y la odalisca que sirve gustosa los tragos al sólo levantar la mano), sin embargo la venta de viajes en la actualidad apunta al concepto de erotización de manera obvia. Sin tomar en cuenta los viajes de trabajo, el aumento de cruceros y lugares de ocio va en aumento: viajar por placer es una necesidad que el cuerpo solicita mediado, claro está, por el discurso publicitario. El capitalismo crea la idea que accesar a descanso, placer, ocio, sexo, felicidad, está del lado de las marcas y en su referente de artículo o servicio. Poseer un rastrillo con una hoja afilada no es suficiente, se elevó a 2, y 3 hojas, cuando ésto no bastó, se cambia la publicidad con nombres que pertenecen de manera clara a la hiperrealidad: navajas para un afeitado brisa marina. La hiperrealidad crea nombres e ideas que no tienen un correspondiente, pero el cuerpo lo pide de manera constante. La marca nos abrazó y parece que no planea soltarnos en los próximos años. La época hiperconsumista intenta hacernos creer que necesitamos los productos, el que los queramos quedó en el pasado, es una necesidad lo que nos hace comprar una marca de sopa y no otra, elegir un calzado entre otro, así como una marca de condones que se ajusten a un esteriotipado y ridículo fuego latino. Como en la cinta El libro de cabecera, las marcas comerciales están ya incrustadas en el cuerpo/muestrario del sujeto poscapitalista, sujetos debenidos a anaqueles itinerantes. Logorama®, cortometraje ganador del Oscar® en esa categoría, debe leerse como la dirección que va tomando la sociedad convertida en una serie de marcas que rebasa la infraestructura, filtrándose en la superestructura misma.

Las marcas que están en nuestro cuerpo llegan más allá de la piel misma, penetran en la psique y dan forma a los deseos. La pulsión tiene ahora más que nunca una pista de aterrizaje clara donde posarse y darle forma al deseo, un deseo que emerge del derrumbe de nuestro sistema de creencias al que el capitalismo rapidamente ha intentado sustituir. Exceso de marcas, sobresaturación de opciones, antes de que el deseo tome forma éste es materializado por la apuesta capitalista, el pase de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control advertido por Deleuze parece asomarse ante nuestra dependencia por el consumo, los cuerpos se han disciplinado y es deber, parece, del capitalismo, continuar controlándolos a través de la gran cantidad de opciones que este sistema ofrece y que realmente es una sóla: consumir.  


Alejandro Ahumada, Diseñador y Psicólogo

Consumismo


De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿No son a caso las preguntas fundamentales de aquellos que se preocupan por descubrir la verdad, principalmente -creo- los filósofos, e incluso cuantos de nosotros no nos hemos hecho estos cuestionamientos cuando llegan a nosotros por la razón  que fuere?
Mi suposición es que sí, a menos, claro está, que deseemos vivir sin preocupación alguna, yo lo he hecho:

Creo que hubo un momento donde, como aquí, que a cada instante se nos dice de infinitas maneras que adquiramos algún producto; con ofertas, sutilezas, promociones e incluso mentiras. ¿Con qué manera nos hicieron que adquiriéramos esta vida?, eso no lo sé, pero la hemos aceptado -tal vez es una prueba promocional, quizá un premio, o por qué no, un regalo, pues decir “comprado” es algo apresurado-. Podemos suponer la causa mirando las vidas de los demás: despreocupación, abundancia, escases, miedo, angustia, entre tantos más síntomas visibles; pero el más interesante creo que es el derroche y ésto lleva a suponer una razón más con la que he tomado esta vida: el robo.

Pero a pesar de tanta diferencia entre gustos y causas, tenemos algo en común: todos tomamos este producto llamado vida.

Y al igual que en este mundo, después de adquirir producto alguno, éste llega a su fin, no importa el tiempo que dure, pero se acaba.

Así, la vida, en algún tiempo culmina, y… a dónde vamos, tal vez al mismo lugar del que venimos:

Imagínese saliendo de casa, un día normal, y en el transcurso del día mira y escucha ofrecimientos de un sin número de productos; al final del día regresa a casa con lo que necesita y, sin duda alguna muchas veces, con lo que no. Pues esta vida, puede ser eso que necesitaba o que no.

¡Oh! Pero esos interesados en la verdad y como dije al inicio principalmente los filósofos (y nosotros mismos) tienen cuestiones que desean resolver, y sólo hemos mencionado dos, hay una tercera:

¿Quién o qué soy?



Abel A. P., Estudiante de pedagogía

Amé-monos mucho

Hace un par de años leí un texto de Martin Amis que trataba sobre la industria más lucrativa del mundo, le doy al lector una oportunidad para adivinar cuál es. ¿Ya? Perfecto, continuemos. Ahora bien, es lucrativa porque se crea, se produce muchísimo, y ¿por qué? Pues porque hay demanda.

La pregunta que me gustaría plantear es, ¿realmente es sexo lo que se está consumiendo?

La definición de pornografía, ya tan repetida ad infinitum que hasta escribirla me parece ligeramente tedioso, pero necesario, es la imagen de la prostituta, pero a partir del siglo XIX se retomó la palabra griega para describir lo que conocemos hoy en día como tal; la representación del sexo. Entonces, cuándo consumimos pornografía, ¿estamos consumiendo representaciones? ¿no se suponía que era sexo? ¿Es eso lo que nos excita? ¿la representación?

Me parece que más allá de las reflexiones sobre lo que es la pornografía y las imágenes de sexo explícito, existe un recinto más certero, más conciso dentro del cual nos introducimos al consumir imágenes sexuales.

Ese espacio, es el del amor propio. Por supuesto podrá parecer absolutamente absurdo el combinar las nociones pornográficas, generalmente con alusiones emocionales a lo perverso, frío, volátil, superficial,  burdo, con el amor propio, con la certeza del quererse a uno mismo, pero es cierto.

¿Por qué consumimos porno? ¿para qué? Uno consume porno para ¿ponerse cachondo? ¿reírse? ¿masturbarse? ¿divertirse? ¿investigar nuevas nociones sexuales?

En la novela Snuff de Chuck Palahniuk, la actriz porno en el desplome que la edad otorga está por realizar el mayor acto pornográfico de su carrera y de su vida, se acostará con 600 hombres, uno tras otro. Lo explicito del sexo se lleva a un espacio ajeno, a la antecámara en el que esperan los hombres para ser “atendidos” por la diosa del sexo, mientras, desnudos y sudorosos se pasean por el almacén, esperando su turno y, ansiosos por que su erección no desfallezca.

Es una imagen más cómica que sexual, pero al momento de penetrar a la antecámara y ser transportados ante el objeto de sus deseos, la divinidad encarnada, es entonces cuando lo pornográfico se consume en su totalidad. Se distrae la percepción de la representación sexual para encarnar en un acto más sublime. El acto en el que todo consumidor de pornografía recae una y otra vez. La dádiva de someterse a 600 hombres es para cumplir una fantasía amorosa, a distintos niveles, con los fans, obviamente, y con su hij@ perdid@. Le dará todo el dinero recabado con esta “gran acción porno” para compensar la inexistencia de su maternidad.

Las acciones de la actriz son símiles de las de los consumidores de pornografía, al comprar, al enfrascarse ante imágenes y representaciones de lo que podría parecer banalidades superfluas, realmente se están encontrando con un espacio de “ceremonia” en el que el apapacho y la colisión sexual es, realmente, con uno mismo. El deseo se abre ante la imagen y se produce una alquimia en la que el resultado es un levantamiento del ego, en el sentido más positivo de la palabra.

El consumo de la pornografía produce, sin lugar a dudas, una sublimación y  sublevación del autoestima del consumidor, además de ser divertida, cachonda y tabú, así que, ¿es sorprendente que sea la industria más lucrativa del mundo?

Kelly A. K.,  Escritora, traductora, profesora y conductora 
de televisión cultural. Erotofílica y pornógrafa

Juan Pablo II, la mercadotecnia detrás de la supuesta santidad

La próxima  beatificación del fallecido Karol Wojtyla, mejor conocido como Papa Juan Pablo II, no es más que la siguiente etapa de la larga estrategia mercadotécnica que fue  su pontificado. Fue tal la importancia de la promoción de su imagen, que el escritor colombiano Fernando Vallejo, quien no  le perdona nada a este personaje, contrapone  la silenciosa y resignada muerte de los albigenses a manos del ejército de Inocencio III con “el innoble final de Wojtyla, seguido  por la prensa carroñera hasta el umbral mismo de la eternidad”.

No es ningún secreto que en su juventud el Papa era aficionado a hacer teatro y mucho de su dominio escénico siguió en práctica durante sus  apariciones públicas, multitudinarias y cada vez mejor diseñadas por los encargados de la logística de sus eventos. Valga decir que fue durante su primer viaje internacional a México en calidad de Papa, donde conoció el fenómeno de masas al cual supo sacar provecho en adelante. Jason Berry y Gerald Renner  señalan que mucha de las estrategias de culto a la personalidad que se utilizaron en nuestro país durante las visitas Papales eran propias de la Legión de Cristo, la cual ya para entonces era experta en “vender” la figura de Marcial Maciel como “un santo en vida”.

Personalmente puedo decir que estuve presente en 1999 en un encuentro con el Papa en el Estadio Azteca y en 2002 en la misa de canonización del probablemente  inexistente indio Juan Diego y la beatificación al día siguiente de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, presuntos mártires de Cajonos, Oaxaca (¿o tal vez simples traidores que delataron a sus conciudadanos con los dominicos?); ambas ceremonias en la Basílica de Guadalupe. En estos tres eventos pude palpar las dimensiones del fervor que el Papa (y no Cristo a quien decía representar) despertaba en los asistentes, un fervor que no era tan espontáneo, sino que había sido cultivado por los  medios de comunicación, los cuales por meses habían taladrado la mente de la población con mensajes sobre el supuesto amor del Papa por la nación  a la que visitaría. También en el lugar de la ceremonia había equipos de animación proponiendo porras, vivas y cantos para recibir a Wojtyla, como durante la canonización de Juan Diego, cuando las largas horas de espera a la intemperie en el frio atrio de la basílica  fueron meticulosamente distribuidas entre videos,  juegos de luces, cantos y dinámicas que tenían como figura central al Papa (y no Cristo, insisto). Así, la aparición del viejito de ropa blanca ante la multitud que estallaba de gozo era simplemente como arrojar un fósforo encendido a un pajar  embebido de gasolina. Tampoco es extraño que al final de la ceremonia y después del largo tratamiento sobre la mente de los asistentes, estos recogieran  ansiosamente las virutas teñidas con las que se formaron los tapetes multicolores que adornaron el paso del papamóvil.

Las aclamaciones de “santo súbito” durante los funerales de Juan Pablo II y su próxima beatificación, ¿no son el testimonio de una fascinación irracional por su persona? Se trata a mi modo de ver, de una exitosa labor de construcción de una “apariencia de santidad”, tan bien trabajada y durante tanto tiempo (el suyo fue el segundo pontificado más largo de la historia), que por un lado apresuró  su camino hacia los altares (a pesar de que el derecho canónico exige que pasen al menos 5 años desde la muerte del candidato a santo para iniciar un proceso de canonización, el cual puede durar incluso siglos) y, por otra parte, se ha impuesto a todas las voces y testimonios en contra de su supuesta bondad: su censura y persecución contra los teólogos de la liberación, su amistad con Marcial Maciel a quien elogió, impulsó y protegió, sus políticas de encubrimiento a los casos de sacerdotes pederastas que anteponen la buena imagen de la Iglesia al bienestar de la infancia, entre otras linduras. 

Juan Pablo II supo vender muy bien su imagen, tan bien que ahora instalado en los altares seguirá siendo un elemento fundamental en la mercadotecnia del Vaticano. Y seguramente sus estampitas también venderán muy bien, tanto que en la Catedral Metropolitana de México ya están pensando dónde instalar el altar al nuevo beato, con aquello de que al Cardenal Norberto Rivera ni le gusta el dinero.

Quizá no sea tan desatinado que la reportera Valentina Alazraki  titulara su libro sobre el pontificado de Karol Wojtyla “La luz eterna de Juan Pablo II”. Solamente hay que subrayar que esa luz no es sobrenatural sino simples reflectores, uno de ellos Televisa, el cual ella misma operaba en su calidad de enviada especial al Vaticano.

Moisés Hernández, Filósofo