lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Dónde termina el rinoceronte de Durero?

Embiste como ariete, con un solo cuerno de toro blindado, embravecido y cegato, en arranque total de filósofo positivista.
Juan José Arreola, Bestiario.

Cuando el primer rinoceronte desembarca en Europa, en 1513, la jaula que lo contenía cae al agua ahogándolo. Al sacar el cuerpo inerte, es disecado días después cuando empezaba el proceso de descomposición. Y aquí empieza la polémica. Alberto Durero pudo grabar a la bestia de oídas, pudo hacerlo observando el mal resultado de disección o pudo hacerlo mirando directamente al original. Las primeras dos tesis reinvindican la maestría  de Durero, por ello se inscriben de manera natural en la historia del arte. Por otro lado, la tercera tesis deja abierta la puerta al historicismo, particularmente en lo que ilustración científica se refiere. ¿Vemos lo que existe o los paradigmas dictaminan nuestros juicios?, ¿las formas que construyen nuestra realidad están inscritas en lo más profundo de nuestras creencias y recluidas en nuestros más pequeños pliegues o es más poderosa la vision que capta la verdad e ilumina todo de manera totalizadora? Muchas ilustraciones de la Edad Media estaban filtradas por los Bestiarios y fábulas emanadas de viajeros. El juicio de los artistas estaba mediado por ideas preconcebidas, no se pintaba lo que se veía, lo que se sabía era más poderoso. ¿Dónde termina el rinoceronte de Durero y empieza el original?, ¿existe un original?, ¿existe acaso alguna diferencia? Concebir al rinoceronte no como uno más de los animales de la tierra, sino como una bestia emanada de algún rincón del mundo que (…) se prepara para la pelea afilando su cuerno contra las rocas y ataca especialmente al vientre, pues sabe que es más vulnerable (Plinio, Libro VIII-20),  además que (…) está muy protegidamente cubierto de gruesas escamas, y en tamaño es similar al elefante (Durero, mismo), podría intervenir en el juicio de cualquier artista. Las fabulosas escamas que acorazan al rinoceronte de Durero es claro que no existen en el animal mismo. ¿Fue la imagen de bestia fabulosa la que se impuso al grabado?

Al ver King Kong (1933) o Jason y los Argonautas (1963), con los efectos visuales de Willis H. O'Brien y Ray Harryhausen, respectivamente, cuesta trabajo entender el nivel de credulidad  de la audiencia durante la proyección, con un simio humanoide y unos esqueletos con movimientos robóticos. A pesar de ello, o por ello, quizá, estas cintas resultaron altamente realistas para sus espectadores. El trabajo de los amos del Stop Motion no demerita al paso de los años, hicieron lo que tenían que hacer para impactar al asistente de las salas de cine. Con la transición de los efectos visuales de análogos a digitales se dió un salto cualitativo en el terreno de lo fantástico, criaturas míticas salidas de obscuros rincones inconscientes o parajes imposibles a la manera de Escher, son hoy construidos con un realismo que sobrecoje. Aquí la trampa. Pensar ésto es pensar que la construcción de la realidad se encuentra en su etapa final, que lo que vemos está en clara correspondencia con el mundo, como si nos acercaramos cada vez más a un lenguaje que diera cuenta de los objetos y nos posibilite fumar la inexistente pipa de Magritte que, sin embargo, vemos. Un lenguaje común para la realidad de diferente época es de hecho imposible, los cambios epistemológicos, axiológicos y ontológicos determinan nuestros conceptos de verdad y falsedad, y provocan la ruptura de un ciclo introduciéndonos en otro de manera imperceptible, a la manera en que el rinoceronte de Durero empezó a parecer amorfo a partir del siglo XVIII. La incomensurabilidad, sea desde Fayeraben o desde Kuhn, se impone de una época a otra. Pensar la historia y lo humano como un continuo, tiene consecuencias fatales para el desarrollo del conocimiento. Los hechos son teorías y éstas están constituidas por los valores de una época.  Los grandes relatos que daban armonía se derrumban, entender ésto es pasar de la modernidad a la posmodernidad (Lyotard, Jean-François, La condición posmoderna, Edit. Cátedra, España 1992). ¿Qué nos queda, entonces?, ¿cuántos Durero se encuentran ahora realizando una recreación de la realidad, recreación que será replanteada en un futuro? Los criterios de demarcación de lo verdadero se mueven. La subjetividad, la ilusion del yo, el lenguaje, los pequeños relatos, éstas son las verdaderas piezas que dan cuerpo a lo que llamamos realidad.

Alejandro Ahumada

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