Dos vocablos tan parecidos que a doscientos años de iniciada la lucha, se siguen celebrando. Hay quienes les encuentran distintas definiciones prácticas en la cotidianeidad, y otros que sostienen que la independencia se logra una vez ganada la libertad.
La libertad tiene varias acepciones, una de ellas y la que encuentro más representativa es la similitud con la palabra facultad. Ser libres es tener el talento, las condiciones, la autoridad y el don para poder crear. Así entonces, la libertad es amiga de la creatividad, y no importa qué sea creado, pues mientras ésto sea positivo, la creatividad y la libertad mantendrán la amistad, de lo contrario la primera se convertirá en
libertinaje, siendo éste el producto de la deslealtad entre esas dos amigas.
El libertinaje finalmente se entiende, por ende, como el desenfreno de los impulsos humanos, y generalmente incurrimos en ello por la falta, durante tanto tiempo, de la merecida libertad que todos nos debemos y privamos, gracias a los constantes errores que naturalmente siempre tendremos en la forma de dirigir nuestra vida.
De igual forma, la palabra independencia encuentra su mejor sinónimo en autosuficiencia. Y así como libertad hizo de la creatividad su amiga, del mismo modo independencia encuentra en la autodeterminación y en la individualización el soporte necesario para que ésta pueda ser gozosamente pronunciada y aplicada.
Ser independiente significa por lo tanto poder decidir, vivir, soñar o volar sin esperar el consentimiento de una segunda opinión o parte.
¿Entonces en verdad se logra la independencia una vez ganada la libertad? ¿O acaso sucede al revés? Tratemos de definirlo, investigando de qué forma se vive día a día.
Ixchel Carolina Rodriguez
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