Hace unos años me encontré con una página web de fotografías de caras. Las caras eran extrañas, obscenas, ligeramente burdas; intenté leer las expresiones faciales como un rompecabezas de la sensación humana, dolor, tristeza, angustia, felicidad, desesperación, interrogación… pero no eran ninguno de ellas con exactitud, era algo más, inexplicable. Eran las caras de los orgasmos.
Al seleccionar cualquier fotografía se desplegaba el video del orgasmo de la persona en cuestión. Sí, únicamente la cara. ¿Pornografía facial? Lo dudo, más bien el erotismo facial en todo su esplendor.
No se ven cuerpos, la cara, el cabello, los hombros y el cuello es todo lo que se permite de la persona que subió su video para compartir con el mundo uno de sus momentos más íntimos.
Los personajes se acomodan frente a la cámara conociendo las reglas, no se les deben ver ciertas partes del cuerpo, se acuestan con blusas o se tapan con sábanas. Miran a la cámara de reojo, frontalmente. Intentan seducir-se con el reflejo del lente, intentan seducirnos con lo que están grabando. Algunos usan aditamentos y los muestran antes de comenzar, un dildo, un vibrador, lubricante, la mano que sube y baja, de la boca a ensalivarse, al clítoris a mojarse. Se ve el movimiento de los brazos, y el observador puede intuir lo que están haciendo abajo, donde la cámara no llega, donde las piernas se abren para que salga el éxtasis. Las expresiones faciales van cambiando, de la timidez, el desenfreno, la lujuria, hasta llegar a la expresión irrepetible e imposible de describir: la del orgasmo.
Este experimento se ha repetido muchas veces más, hoy en día basta con buscar en la red para encontrar muchas páginas y videos de esta exposición facial, pero fue hace años que inició una, ya desaparecida, con la invitación a grabar tu orgasmo facial y compartirlo en la red. Las de hoy en día invitan al orgasmo solitario, al orgasmo compartido, al orgasmo provocado.
Con o sin repeticiones actuales, la fascinación continúa. El ver tanta intimidad en un solo recuadro, ver el instante en el que cada una de estas personas alcanzan el grado máximo de su placer sexual, es intrigante, incómodo. Surgen dos preguntas, ¿Por qué es tan perturbador y a la vez, excitante? ¿Por qué lo hacen?
La segunda respuesta incluye al primer cuestionamiento. Lo hacen para compartir uno de los momentos más íntimos en el espacio de la vida de un ser humano. Lo podría comparar, y no es broma, con ir al baño. El sexo anónimo es común, es parte del devenir cotidiano, pero he preguntado por ahí y la respuesta, casi siempre, es la misma. No, no les importa hacer el amor con un extraño, compartir su cuerpo y su sudor, siempre y cuando el otro no les vea la cara al momento de venirse. Ese gesto desinhibido, incontrolable, ese, precisamente, no lo quieren compartir. El resto de su cuerpo sí, pero ese instante, esa cara irrepetible, ésa sólo se comparte con alguien de confianza.
Y justamente por eso la comparten en la red, es una de las exhibiciones más profundas que hay, una cavidad dentro de la intimidad del otro. Escribir un diario o subir un video de mi orgasmo, cae en lo mismo, en mostrarle al mundo, en el anonimato del no nombrarse, lo que uno tiene por dentro, lo que está tan cerca, pero a la vez, tan lejos. Se puede ver, pero no se pueden sentir los jadeos, se puede escuchar el grito, pero no susurrado en el oído, se puede ver el sudor, pero no saber a qué huele. Es un coqueteo más con la curiosidad y la atracción del Voyeur. El mostrar el orgasmo es un mírame y no me toques, una provocación para… ¿tal vez buscar nuestra propia cara de orgasmo? ¿la conoces?
Kelly A. K.
Estúpido título. Contenido sin contenido.
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