miércoles, 1 de junio de 2011

El crimen de los adolescentes

a participación de adolescentes en actividades ilegales, que habían sido adjudicadas exclusivamente a los adultos, se convierte en un problema social cada vez más profundo debido a su alarmante aumento. Hace algunos años, las cifras eran visiblemente menores, ahora se evidencia el incremento de la delincuencia juvenil y el desvanecimiento de los límites de edad dentro de los que se realizaban tales actividades.

Desde una mirada psicoanalítica sabemos que la estructuración de un sujeto se edifica en las relaciones más primarias de su vida, es decir, en la infancia, con los otros; por tanto, estamos convencidos de que las formas estructurantes de un adolescente que ahora está en conflicto con la ley, y muy probablemente contenido en un centro de reclusión, sin duda las podremos encontrar, reconocer y analizar recurriendo a la realización de entrevistas donde ellos brinden información sobre su historia de vida. Por ello, para hablar de la constitución del sujeto, desde dicho marco, es necesario analizar su génesis incluso antes de ser concebido, es decir, un origen que nada tiene que ver con la biología. Esta construcción tiene una raíz ancestral ubicada antes de la infancia y está relacionada con el orden del deseo, ya que a partir de cómo se conciba al niño, será el camino que éste tome; al nacer, es la madre quien ocupa el lugar de ese Otro y quien lo constituirá psíquicamente a través del lenguaje. Así, los sujetos que se adhieren a las bandas son sobre todo aquellos que han venido de familias destruidas, que tienen madres prostitutas, padres drogadictos, sicarios, golpeadores, alcohólicos o que parecen muy enérgicos y en realidad no pueden tomar un camino que dé lugar a la Ley del Padre.

Partiendo del interés sobre la situación de los jóvenes en conflicto con la ley, Grupo Metonimia A. C., durante 2010, llevó a cabo un Proyecto de Investigación que tuvo como objetivo principal analizar los vínculos que se generan entre la estructura familiar y la condición delictiva, así como los elementos institucionales y sociales que participan en la transgresión y en los comportamientos destructivos de los jóvenes sometidos a un diagnóstico de "infractores". Desarrollando, a su vez, una instrumentación que permitiera la disminución de las tendencias destructivas y mortíferas de los internos, para producir efectos sobre el comportamiento y la resignificación del sujeto en la posibilidad de su integración social. 

Los resultados surgidos de la ejecución del proyecto abren un análisis respecto de la perfecta lógica de lo que se ha conformado en tiempos modernos como las poblaciones residuales de la sociedad pues, dice Zigmunt Bauman, son un excedente que no encuentra solución ni en la exportación de éstas a otros espacios geográficos, como parecía que en antaño se resolvía, ni tampoco en los propios lugares productores, donde ya no son incorporadas a la vida económica tal y como se diera en los tiempos de la producción agrícola; es decir, que los problemas que anteriormente se solucionaban con la migración y que eran problemas globales, se devuelven convirtiéndose en problemas locales, ya que en esta lógica de la exceptuación, los excesos poblacionales retornan a su lugar de origen provocando que la sociedad busque crear sus extraños como justificación; un ejemplo de ello, son las pandillas, que se tornan en algo negativo que hay que desarticular, descalificar, se convierten en una amenaza social.

Sin embargo, esto no tiene que ser así, pues los adolescentes recluidos -que ya forman parte de las poblaciones residuales de la sociedad- consiguieron por medio del arte una vía de simbolización; es decir, que los participantes de este proyecto comenzaron a encontrar una salida a su historia: algunos por medio de la creación literaria como cuentos o cartas; otros por medio de la música o el dibujo. Estas expresiones permitieron a algunos de los internos mostrar lo que el encierro les provocaba; sólo que en esta ocasión, no a través de cortes, tatuajes o consumo de drogas sino de la música. A continuación, un fragmento de una canción compuesta por “el Marley”:

“…encerrado me encuentro aferrado en las rendijas de mi celda viendo a los batos que se van a la verga, yo aquí en mi celda, fumando hierba viendo a los batos mariguanos, alzando el súper flow, en villa crisol no me pega el sol, directo y sin razón aquí me encuentro haciendo rimas para llegar a tu encuentro, esto no es un cuento perdiendo el tiempo, sin embargo aquí me encuentro con esta salida quién me detendría como el otro día cruzando esas bardas sin medida ahora solo me encuentro, por las tardes no duermo, solamente pienso en ti, ayúdame a vivir…”

Expresiones como la anterior se convierten en procesos de simbolización que llevan a los adolescentes a no vivir sólo en la tendencia del acto, ya que para salvar la vida, la creación es un elemento fundamental; sin embargo, lo implementado en este proyecto ha sido sólo el inicio, ya que se necesita lograr una continuidad para que los adolescentes en reclusión hablen de esa tendencia destructiva que tienen contenida.
Aunque con el proyecto se obtuvieron las bases para el abordaje de una problemática que nos atañe a todos -los nexos entre la delincuencia y nuestros jóvenes, cada vez a más temprana edad-, el trabajo es arduo y espinoso, pues los sujetos de la reclusión conforman una dificultad para todos en materia de seguridad, pero por sus tintes de residuo social, en las acciones a pocos interesa. De tal manera, este proyecto no queda concluido, por el contrario, abre cuestionamientos a la metodología empleada, sugiere la creación de mecanismos complementarios al procedimiento llevado a cabo, por ejemplo, identificar y extender nuevas vertientes para nuestro quehacer y considerar las especificidades de apoyo que requerimos como Asociación para continuar con nuestro compromiso como actores de la sociedad civil y, a partir de todo esto, vislumbrar y repensar las vías que nos permitan afrontar este fenómeno para tener mejores efectos.

Ante tal situación, la sociedad se ve obligada a reflexionar acerca del lugar en que ha colocado a su población más joven, viéndose exigida a emprender acciones efectivas para que esta última tenga opciones diferentes de vida. Serán las propuestas que la sociedad civil ponga sobre la mesa, las que permitirán tener una visión más amplia de las circunstancias que enfrentan los jóvenes en conflicto con la ley al estar contenidos en una institución. Y es que no basta con reconocer las carencias, el dolor, la soledad o los malos tratos que viven a diario al interior del Centro, hay que generar los mecanismos de intervención que les posibiliten significar esas historias marcadas por la indiferencia y la violencia.

Alfredo Flores, Psicoanalista, Director de Grupo Metonímia A.C.

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