sábado, 2 de abril de 2011

"Durmientes activas", crítica al libro "La espera"


Es un texto que engaña por su extensión, empieza dejándose leer con cuidado aterciopelado para poco a poco irse enraizando en los dedos, para no soltarlo hasta terminar la lectura. La tesis es subversiva de principio, imaginar a la bella durmiente asumiendo el rol activo y no el pasivo parece un contrasentido, ¿qué acaso su encantador mote de bella durmiente no le confiere por definición un sentido de pasividad? Entrecruzando la mirada, la espera y la seducción la autora, Kelly A.K. nos lleva de paseo para deconstruir el encanto de una Maja vestida, en una Maja dormida, los ropajes, o la ausencia de ellos, como en el cuadro de Goya, son secundarios, es el erotismo pasivo lo atrayente de una mujer que espera y hace esperar. Partiendo del aura benjamiana, se empiezan a poner sobre la mesa los elementos que harán de una mujer dormida una bella durmiente, ese aire particular, ese estar y no estar que bordea lo virginal crea el hilo conductor erótico que posibilitará el inminente encuentro con el príncipe, sea la forma que éste adopte. Desde la tesis que presenta La espera, se exponen temas que el lector debe desdoblar, se tienden puentes reflexivos que se deben cruzar y avanzar de manera solitaria. Ya que lo mirado me mira desde antes, desde otra posición muy particular, la posición del príncipe queda en entredicho, pues ¿qué lo constituye como tal? El príncipe no crea a la bella durmiente, es ésta la que con su doble juego involuntario de pasividad/actividad hará de un anciano perverso o un joven buscador de aventuras un verdadero príncipe. Ella, con ese poder que tiene por el hecho de estar dormida, transforma la realidad a su alrededor, colocando en la posición de pasivo al que a buscarla fue. ¿Llega la bella durmiente a ser una femme fatale? La autora se cuida de no eliminar del todo el aura que, a manera de burca, coloca al principio de su escrito. Al final del texto es una bella durmiente pero nos la deja con la carga erótica de quien espera. ¿Quién despierta a quién? La bella esperó (to wait) y ahora el príncipe espera (to expect), al parecer este enroque es parte de la seducción que envuelve esta relación, y es que la bella, otrora durmiente, deberá llenar la expectativa del que la esperó, de eso que la experiencia erótica le indicó que había más allá, siguiendo a Bataille, en quien La espera se apoya. Astutamente, la autora va tomando elementos para construir una bella durmiente que al empoderarla no disminuya su carácter femenino. Barriendo la imagen de la bella durmiente, va desde 1634 hasta la narrativa contemporánea de La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, y poco a poco la imagen fragil heredada a priori va tomando la forma que ella desea, la que la tesis promete desde la introducción. Toda esa carga erótica se concentra en la bella recostada que de manera perversa se nos insinúa inocente y pasiva. ¿La espera intenta corromper la imagen tradicional de la bella durmiente? Partiendo de la etimología de corromper, claro que La espera corrompe,  trastoca los cimientos de una tradición hasta ahora incuestionable: la bella durmiente sólo espera, cuando en realidad hace mucho, mucho más.

Alejandro Ahumada, Diseñador y Psicólogo

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