jueves, 2 de diciembre de 2010

La letra por la vista entra

"¡Qué muchacho tan letrado!”, dije aquel primer día de clases en la universidad cuando vi entrar al último joven del grupo, quien, apresurado, miraba el reloj y dejaba caer hojas, gomas y lápices en su trayecto. Todos me observaban confundidos, sorprendidos, tal vez desconcertados. Y no era para menos. ¿Cómo podía el profesor emitir un juicio así si era la primera vez que tenía contacto con el alumno? Observé a cada uno de reojo y, luego, una sonrisa pícara se dibujó en mi rostro, para después, señalando al muchacho, aclarar: “me refiero a sus hojas llenas de bocetos, de letras, de ensayos tipográficos”. Muchos soltaron la carcajada y no faltó alguno que puso cara de “qué payaso”, valga la expresión. En verdad, en esas hojas había una gran cantidad de letras de todos tipos, donde las serif, sans serif y script predominaban. Se notaba que detrás de ellas había un arduo trabajo de investigación y exploración.Después de este peculiar inicio me puse de pie y expliqué. En el diseño, en el diseño gráfico, la letra es determinante, pero no sólo sirve para informar sino también para expresar a nivel visual. La letra a la que me refiero tiene su propio ADN y se denomina tipografía. No es lo mismo una Times que una Helvética o una Frutiger, como tampoco es lo mismo una orquídea que una rosa o una azucena. En el diseño editorial, así como en el logotipo, en el envase y en el cartel la letra es básica. Si bien fue concebida para organizar textos escritos o impresos a partir de una correcta arquitectura sintáctica y semántica, también forma parte de la composición y espíritu de la idea gráfica a comunicar. El diseñador ve, debe ver a la letra como algo más que un código escrito del lenguaje; tiene la obligación de conocerla a fondo y recurrir a ella según las circunstancias y necesidades del trabajo encomendado. Una inadecuada elección tipográfica puede alterar el sentido del mensaje y afectar su interpretación, dando al traste con la máxima más importante del diseño gráfico: la forma sigue a la función. Imaginemos que debemos construir un logotipo que exprese amabilidad y recurrimos a una letra de trazos duros y terminaciones puntiagudas; sin duda, el receptor entenderá algo muy distinto: agresión, pues su subconsciente así lo traducirá, debido a los referentes icónicos con los que ha crecido. Dichos referentes podrían ser un cuchillo, una lanza, una flecha o un trozo de cristal, por dar algunos ejemplos. En cambio, si elegimos una tipografía cuyas formas son orgánicas; es decir, curvas y fluidas, la esencia del mensaje se entenderá con facilidad, habrá congruencia. Hice una breve pausa y me dirigí nuevamente al grupo. Les pedí que con una letra de cualquier familia tipográfica construyeran un mensaje abstracto: amor, odio, alegría; el que quisieran. Una vez más, la cara de desconcierto destacó en el colectivo. Noté tal nivel de angustia que decidí ser menos parco en mi solicitud. Aclaré: “quiero que analicen la forma de cada letra y, con base en ella, estructuren un mensaje simple. Aquí es donde entra en juego lo que han aprendido en semestres anteriores, en sus clases de psicología de la línea, signo, semiótica y psicología de la forma. La síntesis será la gran protagonista. Echen a volar su imaginación”. Mientras trabajaban (y pensaban, creo) comencé a recorrer los escritorios, mirando por encima del hombro de mis “entusiastas” discípulos. Los lápices se movían rápido, ágiles; algunos dibujaban garabatos sobre el papel y otros eran mordisqueados y babeados, como si las soluciones fueran a emanar de las muelas. Pasaron treinta minutos y les pedí que se detuvieran, que nos mostraran a todos lo que habían hecho. Varios, los menos, continuaban con la misma expresión de confusión absoluta y uno que otro seguro pensaba “¿para qué me metí a esta clase?”. De pronto, el joven que había llegado tarde levantó la mano. “¡Profe, encontré la letra perfecta para expresar deseo!”. Pasó apresurado al frente con la hoja en la mano y nos mostró una E, de la familia Futura, que había modificado, cuya corbata (parte central de esta letra) lucía notoriamente alargada, demasiado, diría yo. De entrada, sus compañeros no captaron el mensaje, mas bastaron unos cuantos segundos para que una sonora y colectiva carcajada se dejara escuchar hasta las aulas de enfrente, acompañada de frases como: “Te pasas”. “Estás enfermo”. “Deja a Manuela en paz”. Avergonzado, agachó la cabeza, escondió la hoja y se dispuso a regresar a su lugar. En ese momento lo detuve y dije, “este es un claro ejemplo del correcto uso de la letra, la síntesis, la comunicación, el diseño y la creatividad; sin una sola palabra el mensaje fue decodificado a la perfección; de lo contrario, ninguno se hubiera reído”. Tomé la hoja y la guardé. Al término del semestre el ejercicio gráfico de mi alumno fue colocado en la galería de la coordinación de la carrera de diseño gráfico de la universidad, con el siguiente mensaje: “la letra por la vista entra”. Esta vez el que soltó la carcajada fui yo.

Juan Carlos García, Lic. en Diseño Gráfico



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