jueves, 2 de diciembre de 2010

A propósito del lenguaje

La gramática –aquella que proporciona sentido desde la fórmula enclavada sujeto-verbo  es engañosa y seductora, pues en una aseveración como “yo pienso” aparece un sujeto voluntarista que ejecuta una acción con pleno uso de conciencia y, claro está, de voluntad. Esta ilusión gramatical fue lo que inspiró la certeza de Descartes de que “yo” es el sujeto de “pienso”, cuando más bien es los pensamientos que vienen a “mí”: en el fondo, la fe en la gramática simplemente transmite la voluntad de ser la causa de los pensamientos propios. Nada más ilusorio que eso, ya que el sujeto lejos de hacer ejercicio libre y pleno de su voluntad resulta pensado, a saber, pensado por el lenguaje; es decir, no hay un hacedor detrás de la acción.

El sueño, el lapsus y el olvido nos muestran que el sujeto no es amo y señor en su propia casa. El amo es aquí el lenguaje: condición para el ser. Es le lenguaje aquél que proporciona todas las ficciones fundacionistas que apoyan la noción de sujeto.

Todas las categorías psicológicas -el yo, el individuo, la persona-  se derivan de la ilusión de identidad sustancial. Pero esta ilusión regresa básicamente a una superstición que engaña no sólo al sentido común sino también a los filósofos, a saber, la creencia en el lenguaje y, más específicamente, en la verdad de las teorías gramaticales. 

El sujeto, el yo, el individuo son tan sólo falsos conceptos, pues transforman unidades ficticias en sustancias cuyo origen es únicamente una realidad lingüística.

Daniela Hernández, Mta. en Teoría Psicoanalítica

No hay comentarios:

Publicar un comentario