La Bestia por antonomasia; el dragón de las siete cabezas; la antigua serpiente; el macho cabrío con cuernos, garras y busto humano; el torturador sádico de los infiernos puede tomar el cuerpo de un adorador o convertirse en delirio.
Delirium tremens nos muestra una serie de casos, uno de un hombre que se ve torturado por diablitos crueles y terribles. Por cierto, Ignacio Solares, el autor, hizo esta investigación a partir de su experiencia como hijo de un alcohólico.
Ahora leo Brujería y magia negra y me sorprende la paranoia de la edad media al ver demonios donde sea y crear brujas y brujos para quemarlos, como poseídos. También me sorprende el fervor de monjas y monjes que eran capaces de “dejarse arrancar un seno”… “Hasta el punto de colgarse de un clavo y de pretender ser crucificados”; incluso, el libro cita testimonios de varias crucifixiones de hermanas (“sólo mujeres y muchachas se someten a esta cruel operación”), como castigo a Satanás, como tributo a Dios (“los que creen ver en todo esto la obra de Dios, ponen por prueba la ausencia de sufrimientos de las víctimas”).
Todo esto me recuerda a un tío quién dice que su cuñada está habitada (viven en la misma casa) por varios demonios desde hace cuarenta años. Él lucha contra ellos, a veces con los puños; parece una lucha a muerte. Aunque, como a las bestias en cautiverio, la mantienen sedada la mayor parte del día, a veces empieza a dar vueltas, a caminar como presa en su celda que en cualquier momento puede atacar.
En esa morada se tiene temor de Dios, se le nombra todo el tiempo desde hace cuarenta años, tal vez por terror a los demonios que la habitan: Astarot, Lucifer, Luzbell…
Rodrigo Arteaga,
Lic. en Lengua y
Literaturas Prehispánicas.
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