jueves, 30 de diciembre de 2010

Melalcohólico, una tristeza embotellada

La risa es signo de la locura. El que ríe no cree en aquello de lo que ríe, pero tampoco lo odia. Por tanto, reírse del mal significa no estar dispuesto a combatirlo, y reírse del bien significa desconocer la fuerza del bien, que se difunde por si solo (…).
Aristóteles 


En lengua castellana el término melancolía mantiene una alianza sonora con  melancólico. Un analizante hizo en sesión el siguiente regalo, al hablar pronuncio así su estado: soy melalcohólico ¿Cuál era su regalo? Era un  aporte a la doctrina del psicoanálisis: un estado de ánimo, la melancolía, sentimiento muy compartido y democráticamente distribuido, está organizada por la circulación de un líquido. Los griegos hablaban de la circulación de la bilis negra. El líquido siempre tiene una compañía: su envase, su recipiente, el objeto que lo contiene. En resumen no hay melalcoholía sin botella. 

Un ensayista, Zygmunt Bauman, escribió Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Es interesante observar que su propuesta no deja de ser “melancólica”, de tener una cierta saudade por un tiempo que se fue  al que el autor le supone, en exceso, haber sido mejor.  Interesa subrayar la presencia del líquido del amor, los fluidos no dejan de tener articulación con los cuerpos que los transforman. El human@ se caracteriza por ser una máquina deseante de hacer circular secreciones (sudor, saliva, flatos, olores, orines, excremento, semen, flujos…) En efecto, el cuerpo es una botella.
Veamos el continente doctrinario del psicoanálisis. Detallemos un dato, Freud con su teoría del inconsciente introdujo un frasco: un recipiente que contiene en su interior un inconsciente. Esa botella freudiana tenía un inconveniente ¿Cómo se llenaba ese recipiente interior? El inconsciente freudiano se asemeja al fondo de la botella, quizás debido a ello, para Freud, el análisis era interminable. La lógica de su propuesta lo conducía a una práctica muy alegre de la melancolía presente en las cantinas: La última y nos vamos… ¡No te inquietes! La última es la próxima. Convengamos que esa propuesta de lógica freudiana se ubica de forma más alegre que la práctica de la clase política revolucionaria: Investigaremos hasta el fondo y hasta las últimas consecuencias… En ambas casos encontramos ingredientes de la melancolía: siempre lo peor está por venir y además no hay forma de tocar el fondo, más aún, así, el fondo inagotable de la queja melalcohólica queda protegido,  ni siquiera rosado -o blanco o tinto o… 
Una melalcoholía protege el fondo como su causa inmaculada e intocable. Aquello que causa esa retórica subjetiva queda en cubierto con el fondo de la botella.

Freud en su clásico Duelo y melancolía [1915-1917] escribió Las situaciones que dan lugar a la enfermedad en la melancolía van más allá del caso transparente de la pérdida por muerte del objeto amado, y comprenden todas aquellas situaciones de ofensa, postergación y desengaño, que pueden introducir, en la relación con el objeto, sentimientos opuestos de amor y odio o intensificar una ambivalencia preexistente.

El escrito data de una fecha cercana a la aparición de un líquido gaseoso mortífero: el gas mostaza. Se abrían botellas conteniendo el gas y el viento hacia un estrago mediante la convocatoria a la pulsión nasal: el enemigo -y los amigos-al meter las narices perdían su vida. 

Regresemos al texto escrito por Freud, nos interesa, mediante un sacacorchos extraer un elemento  contenido allí. Los escritos son botellas lanzadas a la mar de la lectura, para leer los destapamos ¿Cuál elemento extraemos? Esa afección deja ver la presencia de un objeto que convoca sentimientos opuestos de amor y odio. Un objeto nunca se presenta sin tener un recipiente: cada regalo viene con una envoltura. El primer analizante de Jacques Lacan conocido por sus embotellamientos fijó sus honorarios por el costo del alcohol que consumió en la cena donde le solicitó análisis. Al pie de la letra sólo podía analizarse si desplegaba en la sesión el costo erótico que daba a su melalcoholía. 

Una botella contiene a la melancolía; ese recipiente contiene a un objeto. Un cuerpo humano contiene objetos. La melalcoholía suele aparecer  ante la presencia de un objeto. Freud y los analistas constatamos que en muchas ocasiones el  “melancólico” no pierde oportunidad alguna para degradarse, en sus comparaciones no deja de tratarse como excremento o inmundicia. Esas descalificaciones ¿A qué objeto se dirigen? Nada indica que sea un objeto exterior, nada indica que sea un objeto interior, quizás sea un objeto del sí mismo, caracterizado por no ser ni interior ni exterior sino todo lo contrario. Ese objeto en la melalcoholía es tratado con el estilo de Woody Allen  cuando, apoyándose en Groucho Marx, decía: Nunca pertenecería a un club que me aceptara como socio. Recordemos que los desperdicios son para algunos, una fuente enorme de riqueza erótica (Cfr: La historia de la mierda)

En efecto, un momento difícil para la melancolía es ver si tiene condiciones para no taponar con el desperdicio su salida. En ocasiones no quiere o no acepta o no tiene condiciones para asociarse con ese objeto que constituye el territorio del cuidado de sí (Foucault), el cuidado de sí…mismo. Nadie puede indicarle desde afuera su buen camino. En estas situaciones vitales la pastoral psicoanalítica del bien o de la ética o de no retroceder ante el deseo conduce a lo peor.

Woody Allen con su forma de vivir y de filmar su vida -suele aparecer en cada una de sus películas- su estilo enseña una manera de arreglárselas con ese objeto que es parte del cuidado de sí. Más aún, gracias a eso, junto con su análisis, ha logrado tener y sostener su lugar  en el campo del arte cinematográfico y otros. Subrayemos, W. Allen no deja de ser irónico con su práctica del psicoanálisis, gracias a ello, él revela que su análisis es una compañía que él se da de por vida ¿Quién puede decirle que se equivoca, si gracias a eso él vive con su estilo? El psicoanálisis es un cuidado de sí para lograr vivir con un estilo fuera de lo políticamente correcto.

Iniciamos este breve recorrido, esta navegación, haciendo presente a un objeto: la botella ¿Qué clase de objeto es una botella? La pregunta es sencilla…mente complicada. Aparece como siendo un recipiente que contiene un agujero. Pequeña sorpresa, la botella carece de agujero, no tiene ninguna, su forma en cubierta, hace aparece un agujero que es un falso agujero o un agujero aparente: la botella es un disco plano, ¡Es una tortilla! Sí, cuando plegamos la tortilla hacemos un tubo con dos falsos agujeros, allí en ese rollo le damos continente a los frijoles o a las carnitas o a la… Lo falso sirve de recipiente  y nos permite deleitarnos.

La botella es un disco sin agujero, es un disco que tiene dos caras separadas por su borde; cada una de sus caras está separada por el borde. Cuando en la melalcoholía se busca llegar al fondo de la botella ¿A cuál de los dos fondos del disco se llega? ¿A la cara interna del disco o a la cara externa? Cada uno de ellos es un fondo.

En la melalcoholía está presente como objeto el líquido. Ese objeto es pulsión cuya energía erótica no ha sido desplegada, la apuesta es esa, lograr desplazarlo del valor excremental para situarlo en su alta intensidad erótica. Foucault decía respecto a su apuesta erótica: Me gustaría morir de una sobredosis de placer. Cuando esa apuesta lo condujo a la muerte, como cualquier otra apuesta, los intelectuales franceses reaccionaron ocultando las causas de su muerte: no murió por el SIDA, sino por la sobredosis de placer. 

Esa forma de vivir la vida pone en juego el cuerpo, nuestro cuerpo ¿ De qué clase es? Es una botella rara, extraña: un tubo plegado en sus extremos, y además, al plegarse el tubo atraviesa sus paredes. A ese objeto extraño en el mundo del arte se lo conoce como botella de Klein. No exagero poco sino demasiado. El tubo de la boca se conecta con su salida, el ano;  cada oído es un tubo donde sus extremos están conectados; algo semejante le ocurre le ocurre a los ojos gracias a sus agujeros vemos adentro las cosas de afuera.

El cuerpo humano es un queso gruyere: su consistencia,  su existencia proviene de sus agujeros. Los agujeros corporales son los lugares gracias a los cuales estamos en articulación con los otros: a través de los ojos miramos y vemos lo que otros hacen y cómo nos miran, gracias al agujero del tubo bocal nos alimentamos ¡Quién chilla come más pinole!

Los objetos que se apoyan en esos agujeros son una parte de sí mismo que cada quien ha de ver si quiere apostar o no a reconocerlos como siendo la causa de sus ganas de vivir… Ese es el desafío que a cada quien lanza esa melancolía compartida que como human@s cada un@ vive ¿Cómo sobre vivir con esa locura que está circulando en la botella de nuestro cuerpo? 


Alberto Sladogna, psicoanalista, miembro de la elp

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