To be, or not to be: that is the question” se pregunta el príncipe Hamlet en la primer escena del tercer acto de la célebre obra de William Shakespeare: The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark. La primer línea del soliloquio del Hamlet es una de las más citadas en la historia de la literatura universal, y en México es regularmente traducida como “¿ser o no ser?, esa es la cuestión”. Sin embargo me gustaría llamar tu atención, estimado lector, a un asunto de índole traductológica (si es que estamos cerca de hacer de la traducción una ciencia). Qué te parecería si tradujéramos la línea como: “¿estar o no estar?, esa es la pregunta”; suena extraño, pero parece conservar el sentido y tiene cierta lógica, después de todo el verbo to be retiene en sí mismo ambas acepciones. ¿Es importante para la comprensión del soliloquio o de la obra que ambos significados compartan el mismo espacio? Sin lugar a dudas, no soy el primero en preguntarlo.
Sobre lo anterior regresaré más adelante, pero todo esto viene a colación debido a que asistí al teatro para ver A Chorus Line (La línea del coro). Una de las cosas que me llamó la atención, fue la traducción. Debo confesar que, en la medida de lo posible, evito leer cualquier texto si no se encuentra en su idioma original o no está traducido por el autor, porque fui entrenado para saber que siempre se “pierde algo” cuando un texto se traduce. Sin embargo, quedé sorprendido, la música y diálogos de La línea del coro me produjeron básicamente las mismas emociones y sensaciones que el original de Broadway. Todavía recuerdo con desdén las puestas en escena de El Fantasma de la Ópera y La Bella y la Bestia, gracias a esas producciones perdí la esperanza de encontrar un buen musical traducido.
No intento aquí buscar culpables, pero revisando los musicales que guardo en casa noté que rara vez la música es traducida en ellos. Cabaret, Chicago, Annie, A Chorus Line, Singing in the Rain, The Red Shoes, The Wizard of Oz, Sweeney Todd, Across the Universe, The Phantom of the Opera, Hello Dolly, Moulin Rouge, My Fair Lady, Rent, y otros son memorables gracias a sus canciones, a pesar de que las letras no están disponibles en español (me refiero a versiones para cantar ya que estas se subtitulan la mayoría de las veces), y cuando ha habido intentos de hacer versiones en español la crítica las más de las veces no es favorable (recuerdas la versión en cumbia de My Hearth Will Go On, tema insignia de la película Titanic).
Revisando también mis apuntes sobre teoría literaria me detuve un poco en la cuestión de ¿qué es la literatura?, y ¿qué hace que un texto sea literario y otro no?, la respuesta, era la literaturidad, y una de las características que podían apuntar a ello era el proceso de desnaturalización del lenguaje. Como diría Eduardo Casar “no es lo mismo burro de un año, que añal borrico”, entre más extraña sea una construcción gramatical y/o sintáctica parecerá más literaria. Y que más extraño y alejado de nuestro lenguaje cotidiano puede existir que un idioma extranjero… como el inglés. Esa puede ser una de las principales razones por las cuales un texto, o las letras de algunas canciones con regularidad “nos gustan más en inglés”.
Definitivamente no quiero decir con esto que este proceso sea universal, ha habido canciones que son resultado de la traducción y que están inscritas en parte de los imaginarios colectivos de México como las de películas del corte de La sirenita, El Rey León, Mary Popins, Encantada, Cenicienta, Hércules, La Bella y la Bestia, El Jorobado de Notredame, Mulán, y muchos otros disneys. Pero al parecer existe un patrón que nos está indicando que sólo vale la pena hacer las traducciones para un público infantil porque sería muy difícil para ellos establecer un vínculo emocional con las películas si las canciones estuvieran en otro idioma.
En La línea del coro una de las cosas que me agradó de la traducción, extrañamente fue que muchas veces se alejaba del texto original. Me parece que no puede existir peor traducción que una forzada. Google puede traducir palabra-por-palabra un texto, sin embargo el resultado, las más de las veces, es ininteligible. Quedaron ya atrás los tiempos (si es que acaso existieron) cuando lo que se buscaba en la traducción era apego total al texto original (aunque parece que algunos productores no han entendido todavía esto), la traducción se preocupa ahora más por la retórica y la recepción; esto no es algo nuevo, para traducir un texto, primero hay que entenderlo, y una buena traducción tendrá el mismo sentido aunque las palabras estén totalmente alejadas del original.
¿Traducir o no traducir?, esa es la cuestión. Si queremos leer a Charles Dickens ¿será mejor A Christmas Caroll, o Un cuento de navidad?, si queremos estudiar a Oscar Wilde ¿será mejor The Importance of Being Earnest, o La importancia de llamarse Ernesto?, si queremos ver un buen musical ¿será mejor buscar uno en idioma original o uno en español? ¿Ser o estar?, ¡esa es la pregunta!
Pablo Herrera, estudiante de literatura
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