jueves, 30 de diciembre de 2010

Metáforas de la melancolía

Fue su amante, pero pasa a la historia del arte gracias a su amplia documentación fotográfica del proceso de formación de El Guernica, de Picasso. La imagen de Dora Maar (Henriette Theodora Markovitch), fotógrafa secuestrada por el genio artístico y la personalidad de Pablo Picasso, llega a nosotros a través de una serie de pinturas que le realiza el malagueño. Es interesante la transformación sufrida por Dora ante los ojos del artista. Mujer segura de sí misma, altiva, sóbria, elegante, es plasmada en los primeros cuadros, cuando recién salía el artista de su relación con Marie-Thérèse Walter, como una mujer hermosa, seductora, respondiendo con coquetería ante la mirada intrusiva del artista, de piel rosagante, manos delicadas, juguetonas, seguras de ser mostradas. Unos hermosos ojos y una sonrisa que envidiaría Francesca del Giocondo; un misterio cautivador, un entregarse y no, es lo que para Picasso tenía Dora Maar que ofrecer al mundo. Aproximadamente 3 años después esa misma mujer llena de vida y sueños, pintada por él, es retratada nuevamente para convertirse en el famoso cuadro Mujer Llorando (1937): Los hermosos y vibrantes ojos de la primera pintura dan paso a ojos tristes, inundados por lágrimas, tan fuerte es la tristeza que emanan esos ojos, que Picasso los pinta como dos barcas a medio sumergir. La metáfora del dolor queda genialmente convocada en esos trazos. Las lágrimas, surgidas de sus ojos naufragantes, no corren su trayecto natural marcado por la gravedad, en vez de ello la lágrimas recorren parábolas caricaturescas en señal de la inmensa fuerza que las hace abandonar los ojos/barcas. La otrora sonrisa misteriosa cede su espacio a una boca que deja mostrar la dentadura, el dolor de la modelo desprende la mandíbula de su posición natural, cual animal rabioso, muestra los dientes, pero, a diferencia de éste, ella lo hace como parte del rictus del dolor que la aqueja. Entre la primera pintura, la de una Dora Maar seductora, y Mujer llorando es claro que algo pasó, se interpuso Picasso, específicamente, su amor por él. Después de mí, solamente Dios, le dijo a su siguiente amante, Françoise Gilot.

Esta transformación, de venus a gárgolas es común en las pinturas de Picasso, es posible rastrearlas en algunas de sus obras, ninguna de manera tan obvia como las dedicadas a Dora. El estilo, en este caso cubista, sirve como la metáfora perfecta para colocar imágenes que las palabras no podrían aprehender. La poesía, a través de sus multiples recursos da cuenta de un dolor tan grande que no cabe en el cuerpo, la pintura, por su parte, hace lo mismo. La tristeza profunda, la melancolía, esa de la que habla el poeta e intenta recrear la paleta del pintor está muy lejos del cuadro clínico de la depresión. Podemos intentar acercarnos a ese sentimiento, pero ¿cómo es, sino a través de las metáforas, que podemos describir unos ojos tan tristes que naufragan en sus mismas lágrimas? La apuesta del arte conceptual es intentar representar la realidad de una manera más clara, no se trata, en el caso de una mujer llorando, plasmarla con los ojos tristes y las lágrimas surcando el rostro, se trata de proponer un nuevo modelo de tristeza que nos introduzca en la situación. Describir la melancolía de manera operativa nos deja fuera de ese registro subjetivo que la hace humana. El perverso placer experimentado ante la pérdida de un amor (en este caso la de Picasso por Dora) no puede exponerse plácidamente como quien describe la anatomía del rostro y la fisiología del acto de llorar. Este sentimiento pertenece a cada uno, pero se comparte un común denominador: la sensación de desborde, la intuición de que nuestro cuerpo es demasiado pequeño para contenerlo y la necesidad de metáforas para exponerlo. ¿No es acaso cuando vemos una pintura o leemos un poema que sentimos que eso que el autor intenta decirnos lo sabemos ya? Cada quién encuentra las metáforas que se reencuentren con su propia novela. Van Gogh escribió: Tengo una terrible necesidad de… ¿diré la palabra?, de religión,… entonces salgo por las noches y pinto las estrellas. Esas estrellas que buscaba Van Gogh y las barcas semihundidas de Picasso son algunas de las metáforas que el arte nos ofrece a través de cualquiera de sus manifestaciones. Mujer llorando, representa la tristeza particular de Dora captada por Picasso, sin embargo, más de 70 años después, esa tristeza nos sigue conmoviendo. Ese resistirse al paso del tiempo sin necesidad de actualizar algún trazo del cuadro, como se actualiza en los manuales médicos el concepto de melancolía/depresión, es lo que hace Mujer llorando una de las mejores expresiones de tristeza y melancolía que se conozcan.

Alejandro Ahumada, Diseñador y Psicólogo

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