La posmodernidad se caracteriza por algo: haber lanzado la guerra contra todo, es decir, en particular, contra todo rastro de humanidad. La humanidad es lo que representa a un humano ante otro humano. La posmodernidad le declaró la guerra.
Freud, en Consideraciones acerca de la guerra y la muerte, escribe: Los pueblos obedecen más a sus pasiones que a sus intereses. Se sirven a lo sumo de los intereses para racionalizar las pasiones; ponen en el primer plano sus intereses para poder fundar la satisfacción de sus pasiones.
Se dibuja un hecho, cuando se despliegan los intereses -sólo hay, en extremo, discurso interesado- satisfacen una pasión elidida que mantiene esos intereses. La pasión que enturbia el entendimiento no es nueva, lo nuevo radica en las vías e imposibilidades de un pensamiento. No se trata del enigma de la muerte y del nacimiento sino del “conflicto sentimental”. Se trata de un tema demasiado visto, el de la ambivalencia, quizás por ello se puede localizar allí lo que está no visible.
El conflicto sentimental enturbia el entendimiento, es una señal de la presencia del cuerpo, los sentimientos son corporales. Los sentimientos abren el juego de las diferencias entre la imagen del semejante, aquello que tiene un trazo singular del amor- llamado narcisista- y las apariciones de un objeto corporal que carece de imagen. Es raro pero ese objeto sostiene las prendas del narcisismo. El sentimiento pese a su difícil localización- es atópico-, ese objeto causa dificultades de acomodación en la vida tal o cual persona. Los sentimientos, pese a la posmodernidad, no se reprimen.
El sentimiento delata el kakon, objeto “interno” extrañado frente a la formación -militar- del yo, sea en la versión de su construcción sucesiva de sus diversas capas -la introyección de los objetos amados-, sea en su formación respecto de la imagen del semejante. El kakon permite construir los nudos singulares del amor costado incorporando su erótica.
Ese objeto se localiza en áreas diferentes según el amor o según el odio: en el amor quedaría del costado de Narciso; en el odio abriría la puerta a una alteridad no visible y en muchas circunstancias insoportable por hacerse visible -los crímenes calificados de homo fóbicos. Cuando Freud formula el enigma de la melancolía y el duelo en términos de suponer que se sabe qué “objeto” se perdió, quizás sería más pertinente decir que “persona” se ha perdido, y que, al mismo tiempo, no se sabe qué se ha perdido con ella. Al pie de la letra nos encontramos con una sorpresa: el objeto que tratamos de localizar es un objeto sin concepto, al menos sin concepto visible para quien lo perdió.
Kant, en Crítica de la razón pura, hace una tabla de la nada y el ser, más bien de cuatro formas de la nada: 1.- El concepto vació sin objeto, la nada “trivial”; 2.- la intuición vacía sin objeto como el tiempo y el espacio; 3.- la negación de algo, concepto de la falta de objeto, como el frío o la sombra; 4.- el objeto vacío sin concepto. Este último objeto admite una nota específica para el análisis: un objeto vacío sin concepto, objeto que no puede ser tomado en la palma de la mano, al mismo tiempo en que está en el… ¡hueco de la palma de la mano!
Se puede hacer una objeción: ese objeto vacío sin concepto, cuya propiedad central es no acomodarse a concepto alguno sólo que por hecho de tener una definición es ya concepto. Eso es posible, sólo cabe otra posibilidad: estamos frente a un objeto constituido en el régimen de excepción. El fetichismo de la mercancía pone en juego el estatuto de un objeto sin concepto, organizado por la excepción: “No lo tiene pero le va a crecer”. Esto es ilustrado por un coleccionista de cajas ¿Colecciona el vacío?
Freud en Lo perecedero deja una sorpresa insignificante, se trata de un trazo no visible en la obra de Freud hasta este escrito. El pregusto -versión Amorrortu-, sensación anticipada -versión de Biblioteca Nueva- uno como otro término indican una actividad de fantasear con aquello que sólo se presentaba como dolor, el dolor es una de las formas de instituir un objeto singular, no visible, que causa y sostiene esa misma fantasía.
El duelo es una de las formas de la constitución subjetiva. Donde ello era yo ha de advenir, allí donde ello, el objeto perdido por un duelo era, en eso que ese personaje familiar o no era para nosotros, en ese lugar el Yo ha de advenir. Esa operación de transito marca el punto de partida de una pérdida y un excepcional punto de llegada de una falta, con lo cual nos acercamos y nos alejamos a lo que Freud desarrollará como las servidumbres del Yo:
El duelo por la pérdida de algo que hemos amado o admirado parece al lego tan natural que lo considera obvio. Para el psicólogo, empero, el duelo es un gran enigma, uno de aquellos fenómenos que uno no explica en sí mismos, pero a los cuales reconduce otras cosas oscuras. Nos representamos así la situación: poseemos un cierto grado de capacidad de amor, llamada libido, que en los comienzos del desarrollo se había dirigido sobre el yo propio
Dejemos de lado consideraciones críticas sobre el “trabajo del duelo”(¿¡!?). Si aceptamos que el joven poeta está tomado por la pasión “Tiene que haber sido la revuelta anímica contra el duelo la que debe haberlos malogrado el goce de lo bello”. La rebeldía se erige en defensa del yo contra el goce del objeto no visible. Siguiendo el filo del texto podemos establecer una diferencia entre los objetos del yo y aquellos objetos que sostienen al Yo.
Esta rebeldía al “trabajo del duelo” surge de la economía de la libido. Este tema puede seguirse en las posiciones de Freud y Abraham. Frente a la conferencia XXVI de 1915-1917, así como en Duelo y melancolía, Lacan toma una posición -seminario oral, de 1962-1963, L'angoisse-allí teje con Abraham e indica que la boca es la sede la pulsión invocante, la boca es un agujero cuyo tejido sostendrá el kakon.
Freud de manera semejante de Torcuato Acetto, La disimulación honesta, comparte la constatación que aquellos que no se dejan de agobiar por el afecto que el duelo implica, no loran desprenderse de esa situación sino mediante un largo camino. Freud toma la postura ética de no clausurarlo ni de combatirlo, como lo hace la guerra actual en el mercado de los fármacos por la generalización de antidepresivos para salir rápido del duelo. Es una opción ética del análisis acompañar el despliegue del afecto doloroso, son los signos vivibles de elementos humanos vitales.
Freud continua: Ensució la majestuosa imparcialidad de nuestra ciencia, puso al descubierto nuestra vida pulsional en su desnudez, desencadenó en nuestro interior los malos espíritus que creíamos sojuzgados duraderamente por la educación que durante siglos nos impartieron los más nobles de nosotros.
A los analistas se nos paso esa crítica “Ensució la majestuosa imparcialidad de nuestra ciencia”, quizás, convendría aclarar a qué ciencia está dirigido: al análisis. Se trata de una posición política analítica o analítica de la política ante una situación social y cultural como es la guerra.
Después de eso cómo se podría sostener que el territorio del freudismo quedaría amputado de la política o la política sería algo ajeno al análisis en su experiencia y en su doctrina. La política es una materia más de la experiencia cotidiana del psicoanalista pues el individuo no es más que el sujeto del colectivo.
Alberto Sladogna, psicoanalista, un miembro de la École lacanianne de Psychanalyse (elp)
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