domingo, 7 de noviembre de 2010

La contradicción de existir

(Algunas reflexiones sobre la muerte y el goce desde la perspectiva de Bataille1)

El goce se sostiene en el más allá, y la vida se inscribe en el más acá
pero no en cualquier parte sino en el límite de lo imposible.


Leo entre líneas en el prefacio que el mismo George Bataille hace a su libro titulado “Lo imposible”3, que en el hombre existe por un lado el ser violento del horror y la muerte y, por otro, el de la dimensión real de la productividad  expresada por la ciencia. En esto radica su contradicción esencial, su ruptura, su división.
El hombre se percibe impotente ante la violencia de la muerte y no obstante trata de responder a ese imposible con su existencia. Las huellas que deja a través de la historia atestiguan su lucha. La literatura lo enfrenta, a través de la ficción y la poesía da un paso más intentando nombrar lo innombrable. Podríamos decir que en el principio de la humanidad está la violencia y a partir de ésta se organiza la lógica del ser vivo.
La muerte es la encarnación de la violencia y el horror que ésta le despierta al hombre al advertir  su destino en ella, le hace dar un paso atrás tratando de evitarla ¿cómo? trabajando. Cuando los hombres se someten a las leyes del trabajo instauran una colectividad que, sabiendo que va a morir intuye que es necesario reprimir la violencia para vivir, esta es la tesis que Bataille expone en su libro titulado “El erotismo”.   George Bataille, El erotismo, Tusquets Ed., México 1997 Pag. 48 y sgs.
El mundo del trabajo es el mundo de la razón con el que el hombre se opone al mundo de la violencia que sin embargo lo habita. El trabajo lo ordena, lo inserta en una comunidad con reglas e intereses comunes, lo aleja de la muerte que ahora puede contemplar como algo postergable. La muerte de sus seres queridos lo pondrá siempre en contacto con su propia muerte pero los rituales y el entierro del cadáver lo preservan de nuevas violencias.
Así nos damos cuenta que la violencia no es abolida sino reglamentada, está siempre en el hombre y nada evita que fuera de los límites de sus leyes pueda volver a ella  e incluso llamarla en caso de sentirse amenazado.
Bataille me hace pensar en la violencia de la locura y en lo grave que es separar al loco de la colectividad, de las leyes del trabajo. Con tristeza me enteré hace poco que una paciente que conozco bien del hospital psiquiátrico destruye, pega e intenta matar, con una violencia ajena a toda ley. Pienso que el resto del mundo se ha vuelto su enemigo y al sentir que no forma parte de la colectividad lucha contra ella ajena a las leyes que la rigen; la paciente carece de armas contra su propia violencia y la ejerce contra ella y contra los demás. La violencia es ella, se ha identificado con ella, no es ejercida como transgresión (para esto tendría que haber introyectado la ley) sino como expresión natural de su existencia. Los golpes la vinculan a la vida y a la muerte sin mediación simbólica, sin ley.
Nos enseña la historia que el hombre ante la muerte y ante la actividad sexual se queda desconcertado, turbado y no sabe qué hacer, por lo tanto, ha sido necesario reglamentarlas para poder lidiar con ellas. Esta ley  que posibilita el sexo y soporta la muerte, dice Bataille, tiene siempre como punto de mira la violencia que da pavor pero que fascina. Las coordenadas que nos proporciona Bataille en esta consideración son de una importancia fundamental para la comprensión del ser humano que encuentra en la transgresión el goce.
Ante un cadáver surge en nosotros un sentimiento de vacío que experimentamos desfalleciendo. Esto es similar al horror que nos producen algunos objetos, pero lo sorprendente es que podemos situar allí el principio de nuestro deseo en la medida de que ese objeto abre en nosotros un vacío no menos profundo que la muerte. Hay un vínculo entre la promesa de vida -que es el sentido del erotismo- y el sentimiento de pérdida total que es la muerte. Los muertos dejan su lugar a los vivos y la vida se inscribe en este ciclo, la muerte es condición de vida.  Por esto el hombre soporta la angustia hasta el límite queriendo vivir lo ilimitado confundiendo, fundiendo la sexualidad y la muerte. El hombre se engaña a sí mismo queriendo siempre un poco más, queriendo la inmortalidad.
Conviene aclarar que la sociedad humana no está fincada solamente en el  trabajo. Bataille divide el mundo en dos, al profano corresponderían las prohibiciones y al sagrado las transgresiones limitadas. El mundo sagrado es el mundo de las fiestas (en las que se suspenden momentáneamente algunas leyes), los recuerdos y los dioses. Y así, la transgresión organizada forma con lo prohibido un conjunto que define la vida social.
Lo sagrado designa los contrarios. Es sagrado lo que es objeto de una prohibición. La prohibición rechaza la transgresión y la fascinación la introduce. Lo divino es la prohibición transfigurada. Dios todo lo puede, no es casual que la mayoría de los delirios psicóticos incluyan a Dios. Dios está situado en poder lo que no se puede, en lo imposible.
El éxtasis se funda en la superación del horror, es decir en la transgresión, es ésta la que le da sentido, no la observación de la ley. El éxtasis se encuentra en un más allá siendo la abolición del límite lo que introduce al ser humano en  la dimensión del goce. Y el movimiento alternativo entre lo prohibido y la transgresión es escenificado en el juego erótico donde el deseo se abre ante el objeto prohibido, ante el objeto velado que se erige como tentación del hombre.

1 George Bataille (1897-1962) Poeta, filósofo y escritor francés que perteneció al grupo de los Surrealistas
2 George Bataille, Lo imposible, Ed. Fontamara México, D.F. 2007 pag. 14
3 George Bataille, El erotismo, Tusquets Ed., México 1997, Pag. 48 y sgs.

Carmen Tinajero

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