Comía con unos amigos cuando alguien comentó sobre el terrible accidente del hermano de uno de sus colaboradores y que lamentablemente lo tiene debatiéndose entre la vida y la muerte, luego, alguien más contó otro incidente y luego otro; sin darnos cuenta el tema nos acompañó durante toda la comida: la muerte se sentó a la mesa con nosotros.
Al despertar y escuchar las noticias ahí estaba de nuevo, justo en el asiento del copiloto riéndose descarada se encontraba esta lúgubre compañera. El locutor anunciaba: “La lista de muertos por el crimen organizado aumenta y parece no cesar”, “Se derrumba un cerro y hay once muertos”, “En el sur de México los ríos se desbordan y comienzan a cobrar vidas” y entre la naturaleza y el hombre, el cual no cesa de buscar su muerte, la parca camina felizmente entre nosotros. Curiosamente “hoy la muerte está más viva que nunca”.
Obviamente, la muerte existe desde el inicio de la vida, es nuestra única certeza, nacemos para morir y la forma en la cual cada uno transita por la vida tiene que ver con su relación particular con la muerte, con el modo en el cual caminamos inevitablemente hacia el polvo. Polvo eres y en polvo te convertirás -dicen en la iglesia- o lo que es lo mismo, en el origen, existía la muerte, la vida tiende al restablecimiento de sus orígenes.
Freud a partir de la observación clínica desarrolla un concepto maravilloso -pulsión de muerte- para definir una tendencia inherente a toda vida orgánica la cual se evidencia en actos encaminados a la búsqueda de un estado anterior a la vida.
El creador del psicoanálisis fue muy enfático en mencionar que dicho concepto partía de la observación clínica para no ser catalogado como un místico ni un poeta por esta idea. Freud observó en sus pacientes la incesante repetición sintomática que sumerge en el goce al analizado y lo llamó compulsión a la repetición. La compulsión de repetición es una ley general, en virtud de la cual todos los dinamismos psíquicos tienden al restablecimiento del estado inicial.
Y es así como entra la muerte en el consultorio, como se pasea burlona, brincando como en celebración de día de muertos en el discurso del paciente cada vez que vemos una suerte de inversión de la perspectiva del tiempo. Como si se tratara de repetir todo aquello que me ha marcado en el pasado, como si tropezar con la misma piedra fuera parte constitutiva de los humanos.
No es necesario esperar a Noviembre para mostrar nuestra fascinación por la muerte, no es necesario esperar los altares y las fiestas multicolor, basta con poner un poco de atención para encontrarla en todos lados. En nosotros mismos. En todas las veces que la pulsión empuja hacia lo inanimado, hacia el silencio, en esta sociedad buscadora compulsiva de su destrucción, que se acerca hacia el inicio. Sólo que en el inicio estaba la nada.
Tal vez valdría la pena redescubrir esas primeras huellas repetitivas, en forma disfrazada, enigmática, sublimada o perversa con una monotonía incesante e intentar bajarnos de ese barco pues de otra forma quizá pronto logremos que no haya nada.
Rubén Salas
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